Un estudio recientemente publicado por la Universidad de Illinois Urbana-Champaign, encuestó a 35.000 personas en las semanas posteriores a recibir la vacuna contra el covid-19 y encontró que el 42 % de las personas menstruantes tuvieron flujos más abundantes y periodos más largos después de recibir la vacuna. Las personas que ya habían tenido un embarazo y las personas con endometriosis u ovarios poliquísticos también reportaron un flujo más abundante. El estudio llegó a corroborar lo que mujeres cis, hombres trans y personas no binarias venimos diciendo desde hace más de un año: que las vacunas producen alteraciones en el ciclo menstrual.
Todas las evidencias indican que son alteraciones temporales y que no deberían causar alarma y mucho menos desincentivar el uso de la vacuna. Las personas con capacidad para menstruar hemos sido una población históricamente vulnerable y necesitamos estar sanas y vivas. Además, enfermarse de covid-19 también puede tener un impacto en la regularidad del ciclo menstrual.
El problema es que la demora en estudiar este fenómeno hizo que muchas personas desconfiaran de la vacuna y que otras se pegaran el susto de su vida. Como explica la revista Inverse, algunas de las personas encuestadas por el estudio, que llevaban años sin menstruar gracias a su método de planificación familiar, como por ejemplo un DIU hormonal; hombres trans con terapias de afirmación de género que involucran testosterona; y hasta personas con menopausia (para quienes un sangrado puede ser una señal de alerta para algo tan grave como el cáncer); volvieron a menstruar. Otras perdieron la cuenta de sus días fértiles y quedaron embarazadas involuntariamente, sin tener garantizado el acceso a un aborto.
No son problemas menores y han podido evitarse si desde el comienzo los estudios para desarrollar la vacuna hubiesen usado información desagregada por género. Y claro, se necesitaba que la vacuna saliera lo antes posible, en eso toda la humanidad está de acuerdo, pero la razón por la que atender los efectos diferenciados de la vacuna en las personas con capacidad menstruante habría demorado el desarrollo de la vacuna es que implicaba un cambio estructural en los estudios médicos y científicos. Lo difícil no es incluir a las mujeres, es tener que cambiar el sistema para incluirnos.
El estudio está basado en una encuesta y muestra que sí hay una relación entre menstruación y vacunas aunque no necesariamente es causal. La endocrinóloga Andrea Dunaif y la antropóloga biológica Katharine Lee le explicaron a Inverse que es posible que estos periodos inusuales podrían tener que ver con una inflamación del sistema inmune, lo que quiere decir que el estudio de otras enfermedades inflamatorias como la endometriosis podría ayudar a entender mejor cómo prevenir el covid-19. Pero poco se ha estudiado la Endometriosis precisamente porque afecta principalmente a las mujeres.
Lo que muestra esta primera confirmación de que la vacuna se vincula con periódos irregulares es la gran deuda que tiene la ciencia con los cuerpos de las mujeres y otras personas que menstruan. El origen de la deuda está en la falta de diversidad en las ciencias, debido a barreras estructuales de acceso. Lo que tendríamos que entender es que la inclusión no solo es necesaria para acallar indignaciones y prevenir inconveniencias, también es crucial para mejorar los métodos y procesos de la ciencia y la medicina, ayuda a superar un vacío epistemológico y hasta puede salvar vidas.