¿Volver a la guerra?

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Catalina Ruiz-Navarro
24 de enero de 2019 - 05:00 a. m.
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Hace una semana hubo un ataque terrorista a la Escuela de Cadetes General Santander, en Bogotá, que dejó 21 muertos y 48 heridos. La bomba fue puesta el mismo día en que estaban organizadas marchas en contra del Esmad. Minutos luego del atentado, el senador y primer mandatario del primer mandatario, Álvaro Uribe, dijo en sus redes que la bomba era consecuencia del proceso de paz. Rápidamente las marchas de los estudiantes, las marchas contra el Esmad, las marchas contra la Fiscalía, se olvidaron, mientras se planeaba una nueva marcha para el domingo: “la marcha que uniría a toda Colombia”.

Es indiscutible que la muerte de los cadetes es una tragedia inaceptable, y es genuino el dolor que sentimos como colombianos, las heridas de la guerra las tenemos abiertas. Pero una marcha convocada por el uribismo no puede ser sino una marcha a favor de la guerra y eso lo probaron muchos marchantes uribistas que se sintieron a sus anchas y empezaron a gritar a viva voz las intenciones del uribismo con franca candidez. ¡Plomo es lo que viene! Qué ironía que una marcha que comenzó dizque en defensa de la vida de los y las integrantes de la Policía haya sido una carta blanca para volver a la guerra que va a matar a muchos más.

Como la marcha se planteó con una ambigüedad estratégica, muchas personas cayeron en la trampa del uribismo y salieron a marchar en defensa de la paz y en contra de los asesinatos de líderes sociales (más de 400, pero por sí mismos no habían logrado movilizar la empatía del pueblo colombiano). A muchas figuras públicas y políticas les tocó salir para no quedar como “insensibles” frente a las vidas de los y las policías. Pero a fin de cuentas se hizo evidente que la marcha fungió como una muestra de apoyo al uribismo.

“Todos somos Colombia cuando el terrorismo busca arrebatarnos la esperanza”, dijo el domingo el presidente Duque. Sus palabras son una prueba más de que, como presidente, Duque es excelente astrólogo. La consigna es perfecta porque es perfectamente vacía. ¿Quién podría estar en desacuerdo? Todos y todas estamos a favor de “lo bueno” y en contra de “lo malo”, explicaría Pambelé. Duque necesitaba un némesis que no fueran ni los estudiantes ni la clase trabajadora, que ahora paga impuestos por la canasta familiar, porque ya se estaba pareciendo a un villano de Disney (puntualmente al “rey inglés pelele” en la película animada de Robin Hood). Varios columnistas se han preguntado por qué hizo algo así el Eln, de qué forma pudieron llegar a pensar que esto era conveniente, y yo tengo la misma pregunta, porque si bien la bomba la puso el Eln, a quien le conviene más es al Gobierno. Sin duda la guerrilla está duramente fraccionada, pero ¿es ingenuo el Eln frente a este cálculo político? Es extraño. Y es extraño que el sistema de inteligencia colombiano no tuviera ni malicia del atentado. Como es también extraño que la Fiscalía acusara a un “mocho”, pero encontrara dos manos. Bueno, quizás eso último no es tan extraño porque a este paso la Fiscalía va a abrir pasantías en escritura creativa.

En resumen, la información que tenemos los y las ciudadanas es confusa y poco confiable, y terminamos atoradas en la reminiscencia, porque llevamos décadas aleccionadas a resignarnos al son de que “de eso tan bueno no dan tanto”. Ahora el Gobierno tiene la excusa perfecta para romper los diálogos con el Eln e ignorar los protocolos internacionales. Ya se dictaron las órdenes de captura a los negociadores en La Habana y pronto nos dirán que no hay más remedio que volver a la guerra. Ahora el Gobierno tiene un perfecto Enemigo, una borrosa Mano Negra. “Los buenos” de un lado y “los malos” del otro, indistintos, deshumanizados, exterminables sin que le pese moralmente a la bondadosa “gente de bien” que se lucra políticamente de la guerra.

@Catalinapordios

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