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A caballo por la Circunvalar

Catalina Uribe Rincón

26 de febrero de 2014 - 11:00 p. m.

Íbamos en un carro por la circunvalar, cuando nos topamos con una persona cabalgando en contravía. Después de esquivarla, lo que preguntó quien me acompañaba fue: “¿Es legal ir en caballo por una avenida, y más en contravía?”.

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Su pregunta ejemplifica uno de los fenómenos más arraigados en la cultura colombiana: antes que el sentido común, lo que opera son las leyes. Deberíamos ser al menos tan sensatos como para no cabalgar en autopistas. Pero no. Tenemos que legislar para todo. Incluso si esto hace que las normas pierdan peso y, sobre todo, sentido.

Un ejemplo son las normas de tránsito. En muchos países los controles de velocidad están señalizados de manera que avisan a los conductores cuando se avecinan. Hay letreros que dicen: “Baje su velocidad porque hay un radar”. Y es razonable: el motivo por el cual se vigila la velocidad es para evitar accidentes. En Colombia, por el contrario, las autoridades son capaces de saltar el tráfico con tal de cumplir con sus partes.

Es nuestra cultura, y así lo evidencia la política. La semana pasada fue noticia que Vargas Vil, el imitador del expresidente Uribe, será el protagonista de una de sus propagandas al Senado. Como existe una norma que prohíbe a los candidatos participar en sus propagandas cuando no hacen parte de los espacios gratuitos que otorga el Estado, recurrieron a esta iniciativa. Esto nos recuerda la propaganda de Santos cuando era candidato a la Presidencia, en la cual aparecía un imitador de Uribe.

En general, las normas se crean para controlar aquello que deja de ser evidente para las reglas morales y sociales. Para esos invisibles que regulan con fluidez la vida en sociedad. No hay diferencia entre el cabalgante de autopistas, nuestros alféreces, nuestros políticos y nosotros. Cuando dejamos de actuar por sentido común y comenzamos a regular todo (y por ende a burlarnos de cada norma), lo que estamos probando es que nuestra razón ya no es efectiva.

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