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Abandonando al abuelito

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Catalina Uribe Rincón
27 de abril de 2016 - 08:26 p. m.
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Esta semana fue noticia que nueve adultos mayores permanecen abandonados en el hospital de Kennedy.

Su salud es estable, pero no ha habido quien los recoja. Se cree que en la red de hospitales públicos de Bogotá hay alrededor de 40 adultos mayores en condiciones semejantes. A pesar de lo alarmante de la situación, la noticia pasó desapercibida. A duras penas, y al final del día, había sido compartida menos de diez veces. El despliegue en medios fue igualmente escaso.

El caso ciertamente hubiera sido distinto de haber sido 40 bebés abandonados. ¿Qué hace que la vejez nos produzca mucha menos simpatía? En China, por ejemplo, fue también noticia esta semana que la reticencia de los familiares a hacerse cargo de los mayores ha obligado a que el país asiático imponga castigos a los hijos que no visitan a sus padres. Es claro que ningún país obliga lo que se hace voluntariamente y el cuidado se está efectuando a regañadientes.

Las razones por las cuales una familia abandona a alguno de sus miembros son difíciles de entender. ¿Será miedo, irresponsabilidad, dolor, venganza, impotencia, pobreza, crueldad? También es difícil de conocer la razón de nuestra reticencia a abordar la realidad del abandono en la vejez. Quizá no creemos que vamos a llegar a viejos. Quizás el caso es el contrario: sabemos que por ahí vamos a caminar y la angustia nos paraliza hasta el pensamiento. Sólo sabemos que parece que no es fácil y que, en muchos casos, es mucho lo que se sufre.

Las estadísticas muestran que estamos viviendo más y nos estamos reproduciendo menos. Si la expectativa de vida es cada vez mayor, la posibilidad que tenemos de enfrentarnos al mundo solos como adultos mayores durante muchos más años es prácticamente un hecho. Y es ahí cuando tenemos que pensar qué queremos. Algunos dirán compasión. De pronto, pero ¿queremos llegar a viejos siendo tratados con clemencia como los niños? Tal vez se pueda hacer algo antes de necesitar la caridad. Algo justamente para no necesitarla.

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