Desde que empezó la pandemia los medios han reportado noticias relacionadas con la comunidad LGBTI+. Hace unos días, se hizo eco del caso de un joven surcoreano de 29 años que dio positivo por COVID-19 después de visitar varios locales en la zona de Itaweon, conocida por su amplia vida nocturna. Un diario cristiano reportó que, entre los establecimientos visitados, el joven estuvo en un club gay, lo que ocasionó una ola de insultos. Los medios del mundo publicaron artículos del estilo: “La relación entre el coronavirus y la homofobia” o “Brote vinculado a clubes gay”.
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Antes de esto, leí otro artículo periodístico titulado “Así vive la población LGBTI la pandemia”. Allí se narra sobre todo la discriminación que ha recibido la población trans durante el confinamiento; en particular, cómo las mujeres trans en Colombia, algunas de las cuales además son trabajadoras sexuales, han estado más expuestas al coronavirus y sus consecuencias. El artículo también cuenta cómo el pico y género intensificó la transfobia y la angustia que viven las personas trans cuando salen a la calle.
La comunidad LGBTI+ ha sido particularmente vulnerable durante la pandemia, pero para reportar al respecto es necesario pensar siempre en el ángulo relevante de la historia, el que nos dice algo de interés político, social, cultural o humano. Todavía hoy, en pleno 2020, se sigue unificando a la comunidad LGBTI+ en un mismo paquete, sin matices y perpetuando los mismos estereotipos de siempre. Es increíble que todavía se siga replicando la absurda asociación entre clubes gay y contagios. ¿Acaso si el club no fuera gay los contagios por COVID-19 serían menos? Si el joven surcoreano fue a cinco lugares, ¿por qué nadie siquiera menciona los otros cuatro? ¿Qué tiene de fascinante un club gay para llevarse todo el peso de la historia?
Una muletilla semejante pasa con la con agrupación de las consonantes para tratar a una parte de ellas. Por ejemplo, en la noticia sobre la vulnerabilidad de las personas trans, la L, la G, la B y las demás consonantes agrupadas por el +, sobran en el titular. La comunidad trans es una de las más invisibilizadas y atacadas dentro y por fuera de la comunidad LGBTI+ y, por tanto, requiere de más protección por parte del Estado y de más visibilización por parte del discurso público. Al quitarle la singularidad a la T se les arrebata de su historia particular y, en especial, de su particular vulnerabilidad.
Pero las historias no siempre se deben ir a lo particular. Hay veces que el movimiento relevante es el contrario. Algunos medios denunciaron el doble confinamiento de los adolescentes LGBTI+ al estar bajo el control y autoridad de sus padres las 24 horas. Y aunque siempre será más difícil ser adolescente queer que straight, la historia debe avanzar a denunciar las arbitrariedades y controles culturales de los padres. Hacia allá también debe ir la noticia. Hoy en día los clics jalonan y, por controversia, lo LGBTI+ jalona mucho. Pero el quid está en saber cuándo hacer zoom in y cuándo zoom out para poder dar cuenta de lo que en realidad está pasando.
