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La revista y consultora británica The Business Year reconoció a Claro como el mejor operador móvil del país. Muchos colombianos que tienen que lidiar con el muy cuestionable servicio de esta compañía se preguntarán de dónde sale esta calificación.
Pues bien, según la consultora, dicha empresa ha contribuido a “la transformación de la economía colombiana y al desarrollo del sector”. A esto último, Claro seguro ha aportado. Pero ¿a la transformación de la economía colombiana? Eso qué significa? Y, sólo por curiosidad, ¿no debería tener la satisfacción del consumidor alguna consideración en el título del mejor operador?
Este no es el único ranquin que aparece en el paso de 2014 a 2015. Estamos acostumbrados a que cada año salga la lista de las mejores universidades, mejores deportistas, etc. De hecho, recientemente, Mauricio Cárdenas fue reconocido como mejor ministro de Hacienda de las Américas por la revista Emerging Markets. ¿Fue ese el mismo título que obsesionó a Óscar Iván Zuluaga en las pasadas elecciones presidenciales? Y, de nuevo, ¿ese título qué significa? ¿Hay ránquines para los demás ministerios?
Más allá del misterio detrás de los ránquines, es claro que sigue existiendo algo de respeto y confianza en ellos. Tanto los ránquines más serios como los que resultan de las ocurrencias de alguna sala de redacción cuentan con un extraño halo de autoridad. Se utilizan para medir efectividad, para tomar decisiones o para vender y recuperar una imagen. Algunos se acordarán de la polémica que desató el Huffington Post cuando nombró a Petro en una lista de los alcaldes más destacados del mundo. No sólo él sino muchos otros se lo creyeron.
Parece entonces que hay una pirámide de autoridad. Una revista, firma o consultora lanzan un escalafón en su publicación. Los medios replican la clasificación aislada en sus titulares. El público y los directamente implicados lo creen y lo replican. Y así volvemos a la mística tiranía del dato.
