Ya se va armando el gabinete de Petro. Lo que sabemos hasta ahora es que ha seleccionado como ministros a personas de amplia trayectoria política o a personas que han consolidado su carrera en el sector público. Esto es bueno y malo. Bueno, porque los experimentados calman los ánimos de quienes creían se venían cambios impulsivos y descuidados. Es además bueno porque es menos común que los experimentados, a diferencia de los novatos, terminen en un “haciendo por hacer”. Pero estas virtudes pueden también volverse vicios. Es común que ministros que “saben lo que quieren” descuiden “lo que no quieren.” Y que su reflejo sea hablar en voz propia y no esperar su turno en el conjunto. Entonces sucede que, por muy experimentados, las cabezas de gobierno terminan lanzando eslóganes por Twitter.
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Dos de los ejemplos más sonados han sido el “No más EPS”, de la ministra de Salud, Carolina Corcho, en un tuit de marzo 18 de 2022, y el “Se cierra la puerta al fracking y no habrá más glifosato”, de la ministra de Ambiente, Susana Muhamad, en un tuit de hace cuatro días. Los cortos mensajes, sin contexto ni lugar en el plan de gobierno, convirtieron a las redes en un diario de testimonios de “expertos”. Cada quien compartió cuánto le dio la EPS para pagar sus drogas, cuánto le costó el tratamiento en otros países o cuánto tiempo le ha tomado pedir una cita médica. Otros se volvieron expertos en explotaciones petroleras, empleo y desarrollo, nacionales e internacionales. Toda una discusión que ha sido materia prima para periodistas y medios: “¿Los han atendido bien en sus EPS o la atención ha sido regular?”, preguntó Vanessa de la Torre el jueves pasado.
La comunicación de gobierno sigue siendo vista como una forma de mejorarle la imagen al presidente, de ponerlo arriba en gráficas de aprobación presidencial. Pero hay un aspecto esencial que suele descuidarse y es el de dar solvencia moral y estratégica a las políticas públicas que se quieren alcanzar. Es necesario convencer al país de que el plan que se va a adelantar es serio, posible y que vale la pena. Pero ese convencimiento no se hace por partes. Hay que presentar a la opinión pública un plan de gobierno que asemeje un nado sincronizado. O, al menos, que muestre cómo se piensa dar un paso tras otro.
El jueves pasado Petro publicó el siguiente tuit a propósito del nombramiento de Alejandro Gaviria en Educación: “Tiene como retos lograr la educación superior pública y gratuita…”. Una orden por Twitter que traduce en una política pública de largo alcance y sin precedentes en Colombia. ¿Cómo se va a alcanzar? E incluso antes de eso: ¿es una buena política? La respuesta puede ser afirmativa, pero es importante dar las razones, presentar un caso, convencer de la prudencia y bondad de la política. Los argumentos no pueden saltarse. No es un gesto de cortesía gastar verbo y pensadera dando razones. Sin palabras no hay forma de mover el colectivo para que trabaje junto con el gobierno en un proyecto conjunto.
Y, en cualquier caso, la comunicación de redes exige cuidado. En este momento los ánimos están crispados. Pasamos de un gobierno en el que las palabras eran inocuas a otro en el que las palabras pueden ser explosivas. ¿Injusto? Sí. Es injusto que la izquierda llegue al poder a tener que resolver los líos de la derecha. Es injusto también que a la izquierda, como a las mujeres, se le pida solucionar todos los problemas en un día y nunca se le conceda el beneficio de la duda. Pero por lo mismo no es momento de dar papaya. El lío de las redes es que operan en el imaginario como fragmentos de cómic. Son poderosas, pero no son articuladas. Sugieren unas cosas, pero dejan el resto a la imaginación. Y la imaginación del país está tan alterada como un desvelo a las tres de la mañana. Lo prudente es ir dando línea un paso a la vez.