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De la carrera de caballos a los arquetipos del “establishment”

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Catalina Uribe Rincón
23 de agosto de 2025 - 05:05 a. m.
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Hace poco, una colega me comentaba que no se sentía en año de elecciones. Especulamos que la razón era la falta de saturación a infinitos sondeos de opinión. En otra ocasión, tendríamos “un ganador” por semana. Este año no tenemos “punteros” por esa ley que pasó calladita y que, entre otras cosas, restringe la divulgación pública de encuestas de intención de voto para cargos como la presidencia a tres meses antes del inicio de las inscripciones. Volveremos entonces a ver torrecitas con porcentajes y fotos de candidatos hasta más o menos noviembre de este año.

¿Es esta ley buena? Existe desde hace un tiempo un consenso de que las encuestas deben tener lineamientos que les den más rigor. En distintos países se ha dado el debate de los problemas metodológicos que presentan, especialmente desde que la gente dejó de lado las líneas telefónicas, y los pocos que las usan rechazan cualquier contacto de comunicación con un desconocido por miedo a la publicidad acosadora o a las estafas. Recordemos que, en el pasado, varias encuestas se pifiaron diciendo que Hillary Clinton ganaría las presidenciales estadounidenses, otras pronosticaban que no habría Brexit, o, acá, todos celebramos anticipadamente el Plebiscito por la Paz que daba como ganador al sí.

Más allá de los problemas metodológicos y de las expectativas frustradas de predicción, lo cierto es que la publicación de encuestas sin lineamiento genera una especulación innecesaria. Los medios se centran en quién “repunta”, como si se tratara de una carrera de caballos, en lugar de un proceso electoral del que depende el futuro de toda una nación. Sin embargo, la ausencia de encuestas también plantea un lío importante para el debate: sin ellas, los medios carecen de criterios claros para priorizar a los 93 precandidatos presidenciales y cubrir el proceso como corresponde. En consecuencia, lo que empieza a emerger en medios y redes son narrativas que reducen y ordenan esa lista interminable a unos pocos arquetipos.

Ahí están, por ejemplo, el arquetipo Pinzón/De la Espriella, candidatos conservadores respaldados por quienes viven con miedo a que la inseguridad siga tomando carreteras y negocios; el arquetipo Cárdenas/Fajardo, apoyado por gremios, opinadores liberales y medios preocupados sobre todo por el riesgo fiscal y el inminente colapso económico si no se restablece el orden; el arquetipo Roy/Murillo, que busca representar a una izquierda desencantada con Petro pero aún esperanzada en un discurso de inclusión; y el arquetipo Quintero/Bolívar, que capitaliza la idea de refundar el país desde la confrontación, con la herencia más directa del petrismo.

En todos estos arquetipos, la política vuelve a simplificarse, se hace masculina y se desdibujan figuras distintas como Juan Daniel Oviedo o varias mujeres que no encajan en esos moldes. La ironía es que fueron justamente tres senadoras –Paloma Valencia, Clara López y Angélica Lozano– quienes impulsaron la ley, buscando tal vez evitar los sesgos que generaban los punteros de las encuestas. Pero lo que predomina ahora son los viejos referentes del establishment de izquierda y de derecha, que siguen moldeando el relato y agrupando al país en bandos ya conocidos.

Ahora bien, no es que estemos necesariamente peor. Lo que ha ocurrido solo significa que el sesgo deja de ser estadístico para volverse narrativo. Y, una vez más, son los medios y las élites políticas quienes deciden qué opciones merecen ser tomadas en serio y cuáles no. Es una realidad más ordenada, sí; quizá incluso refrescantemente ordenada en un mundo hoy marcado por el caos. Pero menos diversa, eso sí.

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PEDRO CASTIBLANCO REYES(85266)23 de agosto de 2025 - 11:51 p. m.
aun despues de muerto la encuestadora propiedad de la macabra familia turbay aun daba por presidente a miguelin pinguin.
Felipe Fegoma(94028)23 de agosto de 2025 - 10:56 p. m.
A este país siempre le toca elegir entre lo malo y lo peor, pero la mitad del censo se abstiene. Al final, resulta que se considera un gran triunfo obtener 4 votos más que el adversario. Por ejemplo, este impresentable orate que dice ser presidente ganó por un 3% al esperpéntico personajito que concurría en su contra. Ahora, ya ni sabemos cual era el malo y cual el peor.
micorriza(d243q)23 de agosto de 2025 - 10:04 p. m.
En las próximas elecciones, hay que cambiar el congreso, elegir legisladores que trabajen para los ciudadanos que los votan, no como estos prepagos de la "oposición" que trabajan para las grandes corporaciones que los patrocinan...
haji(3766)23 de agosto de 2025 - 09:30 p. m.
Y los que faltan por autoproclamarse
Aura lucia Mera becerra(81917)23 de agosto de 2025 - 08:33 p. m.
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