Esta semana circuló un video que muestra a un hombre airado y salido de casillas insultando a una pareja del mismo sexo que estaba abrazada en el centro comercial Andino. El hombre, en un ataque de homofobia, se lanzó a insultarlos y a acusarlos de realizar actos obscenos en público. Según testigos, incluida la gerente del centro comercial que vio los videos de seguridad, su acusación era infundada.
Pero la mentira no reduce su frecuencia. Acusar falsamente a las minorías de crímenes ha sido un recurso retórico muy utilizado para sacarlas del espacio público. Durante años, cuando la mujer estaba relegada a las tareas del hogar, y hasta los hombres tenían que actuar de mujeres en las obras de teatro, se acusaba de prostitución a cualquier mujer que saliera sola de casa. Como la prostitución era un crimen, toda mujer que quisiera trabajar, que quisiera valerse por sí misa, que quisiera ir a un café y conversar, se arriesgaba a terminar tras las rejas por puta.
Algo similar ocurría con los negros en Estados Unidos. Durante los siglos XVIII y XIX se asoció el cuerpo del hombre negro con el de una bestia sexual. Así, cada vez que un negro aparecía en público se le tildaba de violador. Miles de negros pagaron cárcel sin haber cometido delito alguno. Y no solo eso, un negro que se mostrara educado y capaz de debatir en público era acusado de conspirador. Lo “natural” es que los blancos fueran educados y muchos no resistían la repulsión de ver a un negro culto.
El mensaje es claro: “Tú no perteneces a lo público. Este espacio es mío, y uso violencia si es necesario para sacarte de aquí.” Extrañamente la mayoría de las acusaciones tienen que ver con la sexualidad. No es claro si se trata de un argumento que pega y que une a simplones de todos los talantes. O si, a la Freud, las fobias en realidad sacan a la luz los secretos más reprimidos. La pregunta vale: ¿uno por qué se imagina un encuentro sexual donde no lo hay? En cualquier caso, lo público es de todos, y es hora de castigar a quienes realmente comenten delitos, por ejemplo, discriminar.