Publicidad

Del molde al crimen

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Catalina Uribe Rincón
20 de septiembre de 2025 - 05:05 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Este año, Bryan Kohberger fue condenado a cuatro cadenas perpetuas consecutivas por asesinar con un cuchillo, en 2022, a cuatro estudiantes de la Universidad de Idaho en Estados Unidos. La principal angustia de familiares de las víctimas, los medios y quienes han seguido el caso es que no se conoce el motivo. En varios documentales se especula que Kohberger tenía una personalidad de incel y que por ello odiaba especialmente a las mujeres bonitas y a los hombres que se relacionaban con ellas. Algunas compañeras que estudiaron con él denunciaron su trato despectivo, y otros decían que evitaba deliberadamente las clases impartidas por profesoras.

Una de las preguntas más difíciles de responder, dado su perfil, es por qué asesinó a cuatro jóvenes pero dejó con vida a dos mujeres que también vivían en la casa. Entre las especulaciones, una de las sobrevivientes dijo que escuchó ruidos, se asustó y, a la mañana siguiente, llamó a unas amigas para que “llevaran a los novios”, es decir, para que fueran hombres quienes subieran a revisar qué había ocurrido. Moscow, la ciudad donde ocurrió el crimen, es también el epicentro de un movimiento religioso conservador liderado por el pastor Doug Wilson, que concibe a las mujeres como débiles, volubles y de segunda categoría, y que además predica la dominación cristiana como proyecto político.

No es casual que de contextos así surjan violencias extremas: la misma lógica que impone la fuerza y la autoridad masculina como norma unas veces protege a las mujeres y otras las castiga; unas veces incluye a los hombres y otras los expulsa. En sistemas que exaltan la pureza, la obediencia y la homogeneidad, nadie está del todo a salvo. Cuanto más estrecho es el molde, más probable es que alguien termine quebrándolo a cuchillo.

La semana pasada, al leer sobre Tyler Robinson, el asesino del ultraconservador trumpista Charlie Kirk en la Universidad de Utah Valley, pensé en cómo los sistemas de valores estrechos pueden incubar violencia. Algo parecido a lo que pasó en Idaho: Robinson, como Kirk, cazaba, defendía el porte de armas y probablemente creía en el mantra de que lo diferente es enemigo y debe ser eliminado. En teoría, un victimario muy cercano a su víctima. ¿Por qué eliminarlo? Tras el crimen, el alcalde de Utah llegó a decir que ojalá el asesino hubiera sido un extranjero, confirmando lo conveniente que resulta proyectar el mal sobre un “otro” externo y diferente. Pero quizá fue justamente una pequeña desviación del molde lo que desató la ira de quien creció atrapado en él.

Y tal vez este es el punto. Una cosa es el contenido de los valores (la familia, el trabajo, la igualdad) sobre los que siempre hay disputa y actualización. Otra, más peligrosa, es el esquema mismo: un molde de valores tan ahogado y angosto que se concibe como incorruptible, y que por eso no admite el contacto con lo distinto. Lo diferente aparece como amenaza que debe ser borrada; y cuando esa diferencia se reconoce dentro de lo propio, entonces también ahí surge la figura del exiliado, del ex-miembro que debe ser eliminado.

Ahora que inicia un nuevo ciclo electoral en Colombia, con el terrible precedente del asesinato de Miguel Uribe Turbay, también proliferan discursos que se alimentan de esa misma rigidez. La polarización suele pensarse como choque de ideas, pero su filo está en otra parte: en la simpleza con que se reduce la vida pública a moldes irreductibles. Como una plastilina que se adelgaza al estirarla, la política se va volviendo frágil: cada vez más dura en sus bordes y más quebradiza en el centro. Hasta que revienta.

Conoce más

 

jairo sanchez(20827)20 de septiembre de 2025 - 10:26 p. m.
Doña Catalina, sobre los autores de muertes que cita en su columna y las causas de su proceder así hay más as especulación que certeza. No sé por qué metes el crimen de Miguel Turbay cuando aquí sí se conoce más o menos la forma de quitar de por medio un rival político o de otra clase: a través del sicario, así sea menor de edad.
Juan Antonio Gudziol(45350)20 de septiembre de 2025 - 10:23 p. m.
Excelente columna 👍
Felipe Andrade(9ioin)20 de septiembre de 2025 - 06:06 p. m.
La religión, cualquiera que sea no ha sido nunca una buena compañera de la política, ni los ultra ortodoxos ,ni los varios puntos cristianos que venden indulgencias y ofrecen milagros, ninguno es aliado sano para hacer política
Mar(60274)20 de septiembre de 2025 - 03:05 p. m.
Lo irónico es que tanto Kirk, como Miguel Uribe, predicaban el amor por las armas que terminaron asesinándolos o sea que las armas, lejitos, lejitos.
José Tiberio Gutiérrez Echeverri(70717)20 de septiembre de 2025 - 02:36 p. m.
"Y que además predica la dominación cristiana como proyecto político"? a qué cristiana dominación (resignación), se estará refiriendo este señor Don Wilson? El punto de vista... he ahí una de las causas de este infierno Dantesco.
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.