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Discurso vs. acción

Catalina Uribe Rincón

08 de febrero de 2025 - 12:05 a. m.
“Una de las grandes fallas de esta administración, además de la no ejecución, es la ofuscación de la palabra”: Catalina Uribe
Foto: EFE - Presidencia de Colombia

El consejo de ministros televisado trajo a la discusión la narrativa que contrapone al discurso con la acción. Todo inició en uno de los puntos álgidos cuando Laura Sarabia atacó a Gustavo Bolívar acusándolo con la profesora como en un salón de primaria: “según su instrucción de que se atendiera a los migrantes que estaban llegando al país, tuvimos un vuelo de Panamá hace dos días, nadie de Prosperidad Social se hizo presente”. En medio de un sonsonete berrinchoso de Bolívar, que acusaba a su compañerita de “mentirosa”, Petro sobrepuso su voz, como en casi todo el consejo, y dijo: “entonces no puede ser discurso, tiene que ser realidad”.

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Además de los memes, la desilusión y la risa nerviosa que suscitó esa reunión de ministros, varios críticos reforzaron la narrativa de un gobierno que se quedó en el discurso pero que no hace, que no actúa. Mauricio Cárdenas publicó en X: “mucha retórica y una sola realidad: falta de resultados”. Sergio Fajardo también trinó: “gobernar es ejecutar, no dar discursos”. La narrativa que predominó en redes fue que el gobierno no hace, no controla la seguridad, no mejora indicadores y solo habla y divaga.

Las plataformas digitales y sus algoritmos favorecen las dicotomías. Lo anterior no solo reduce la complejidad de la discusión pública, sino que refuerza las posiciones extremas. En ese sentido, los políticos populistas, de derecha e izquierda, han aprendido a jugar con las reglas del ecosistema digital: dramatizan los conflictos y simplifican los dilemas en los que, como vimos en el consejo de ministros, el matiz y la reflexión quedan relegados. La polarización está ligada con estos discursos divisorios. Lo interesante es que con la llegada de Trump se empezó a insistir que la gran división era autoritarismo vs wokismo. Sin embargo, hay una división mucho más sutil pero no por eso menos complicada, la de la acción vs. discurso.

Pensemos en Milei, que desde que llegó al poder se ha vanagloriado de lo que hace. En una entrevista reciente justificó su disolución del Ministerio de la Mujer diciendo que Alberto Fernández “cagaba a trompadas a la mujer” en cambio él (Milei) con “mano dura” sí ha logrado disminuir los crímenes contra mujeres. Donald Trump ha basado su estrategia política en desacreditar el discurso político tradicional al presentarlo como un ejercicio vacío y engañoso, contraponiéndolo a una supuesta “acción” contundente y transgresora; él “sí expulsa a los migrantes”. De ahí sus infinitas órdenes ejecutivas. El discurso se convierte en el enemigo de la verdadera acción transformadora, y cualquier crítica o cuestionamiento a sus políticas es reducido a retórica inútil.

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Sin embargo, todo discurso es también una acción, especialmente en la política. Nombrar, denunciar, convocar y argumentar no son actos secundarios ni desligados de la realidad: forman parte de la construcción del poder, de las percepciones y de las decisiones que terminan materializándose en políticas públicas. Distinguir entre discurso y acción como si fueran elementos opuestos es una trampa discursiva que las plataformas digitales han amplificado. En un ecosistema político saturado por la velocidad y la simplificación, la tarea crítica es desafiar estas narrativas reduccionistas y recordar que la política, en su esencia, es discurso: quiénes somos, qué queremos y a dónde vamos. Una de las grandes fallas de esta administración, además de la no ejecución, es la ofuscación de la palabra. La claridad de pensamiento es claridad de acción. En últimas, hacer lo uno es lograr lo otro, y en este caso, es ni lo uno ni lo otro.

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