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Hassan Nassar llegó a la oficina de Comunicaciones de Iván Duque con una estrategia clara: tapar escándalos y desviar la atención. Hasta ahora su táctica ha sido exitosa. Tras la vergonzosa insensatez de la piñata en el avión de la FAC, Nassar logró suscitar un altercado con Vicky Dávila que opacó la noticia: el poco criterio del primer mandatario. Además, para resarcir el insensible uso de los aviones públicos, la oficina de Comunicaciones del Gobierno hizo del transporte de los colombianos desde Wuhan una peliculita de Hollywood. Los medios le hicieron eco. Sin que muchos se percataran, y así como si nada, los cuerpos de Dabeiba y el laboratorio de coca en la finca del embajador de Colombia en Uruguay pasaron a segundo plano.
Como eso de organizar piñatas es “tarea de la mujer”, la imagen de la primera dama salió especialmente perjudicada del escándalo del paseo aéreo. ¿Qué hacer, entonces, para crearle una imagen de madre ordenada, sensata y prudente? Crear es distinto que tapar y desviar. Tenía que ser algo con niños, claro, pero ¿qué? Como a algunos colombianos, parece, les sobra en viveza lo que les falta en originalidad, la Presidencia de la República eligió inspirarse en la famosa Michelle Obama y su campaña contra la obesidad infantil.
La campaña “Let’s Move!” (¡Movámonos!) de Obama ha sido una de las más exitosas en términos de impacto en salud pública y nutrición infantil. La habilidad discursiva de Obama, que les hizo tomar consciencia de su alimentación a los propios jóvenes, la convirtió en una de las primeras damas con más poder. El éxito de su campaña residió, por un lado, en su amplio conocimiento de la población afroamericana, una de las más vulnerables a la mala nutrición. Obama les habló desde una realidad que conocía. Por el otro lado, no actuó sola. Su marido, el presidente, estuvo alineado con ella dándole un enfoque muy social a su gobierno. Obligados por la tradición presidencial de ser vistos en pareja, trabajaron en pareja.
Aunque la comunicación del “tapen tapen” ha sido efectiva para desviar la atención del público, al equipo de comunicación de Duque le falta pensar cómo construye a los Duque. A Michelle ya la intentó copiar Melania Trump sin mucho éxito. La razón es obvia: para que un mensaje resuene tiene que haber un vínculo con quien lo transmite. Este Gobierno no le ha dado prioridad a la alimentación escolar, ha sido el mejor amigo de quienes producen gaseosas y bebidas azucaradas, y se hizo el pendejo con el experimento de los juguitos de Postobón en niños de La Guajira. ¿Ahora nos va a decir que lleva la bandera de la sana alimentación?
El reciente anuncio de una etiqueta de advertencia para alimentos, cuya realidad efectiva solo está sugerida para revisión en el 2022, vuelve este espectáculo aún más ridículo. La comunicación política no consiste en cortar galletas con el mismo molde. Se requiere de creatividad para adaptar la personalidad y programa de gobierno de cada político. Cuando los candidatos son insustanciales, no es fácil exaltar características que los hagan interesantes; de ahí el equipo de comunicaciones. Ya tenemos suficiente con ver al actual presidente hablando como un robot de Papá Noel, de esos que se mueven de izquierda a derecha, como para que ahora sus “novedosas” propuestas políticas suenen tan masificadas y plastificadas como las imitaciones de los juguetes del norte.
