Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
En las últimas semanas la policía estuvo en los titulares por cuenta del decreto que permite decomisar la dosis mínima. Desde el primer día los reportes sobre la incautación parecían ficticios. Circuló una nota en la que el comandante de seguridad ciudadana advertía sobre la incautación de pomadas de marihuana y de coca. En otro reportaje se informaba la falta de conocimiento por parte de la policía para tomar medidas a la hora de incautar droga a los habitantes de calle, así como la falta de información para validar los certificados de quienes, al ser aprehendidos con la droga, manifestaran un problema de adicción.
Estas noticias, además de evidenciar una vez más que en Colombia nos lanzamos al ruedo con medidas a medias, nos mostraron uno de los grandes problemas que tenemos con los miembros de la Policía Nacional: la falta de criterio a la hora de ejercer la fuerza. Criterio que, por cierto, debería ser inculcado durante los años de preparación para hacer parte de esta institución. Que se ordene recoger pomadas, retener a habitantes de calle y pedir certificados de los padres muestra que algunos policías no han entendido el sentido de la norma.
Por sentido de la norma me refiero a la razón por la cual fue creada originalmente. Por más arcaico y absurdo, el decreto de la dosis mínima se hizo para combatir el microtráfico. Pero los uniformados, con la compañía sensacionalista de los medios, deciden más bien utilizar su valioso tiempo para decomisar la droga a desprevenidos. ¿En serio queremos que la policía se haga un ocho y emplee su valioso tiempo con el pobre habitante de calle que ni siquiera sabe que un decreto así entró en vigor?
Esto no solo pasa con la dosis mínima. Es común encontrarnos con retenes de policía que paran a los conductores para ver “qué les encuentran”. Claro, los decretos, incentivos y ambigüedades en la normatividad tienen gran parte de la culpa. Pero estos vacíos jurídicos no deberían generar un estado de persecución. A la policía se le exige un balance muy difícil: ser fuertes y atrevidos para enfrentar a los criminales, ser suaves y amables para lidiar con los ciudadanos, y tener el criterio suficiente para completar el que les falta a los gobernantes.
