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El amor de Rafael Pardo

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Catalina Uribe Rincón
05 de febrero de 2015 - 01:22 a. m.
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En la pasada entrevista que le hizo Cecilia Orozco a Rafael Pardo éste se refirió, entre otros asuntos, al tema de las fuerzas políticas y la polarización que existe en el electorado capitalino.

Pardo afirmó que más que fijarse en la ideología, la mayoría de los bogotanos busca “eficiencia en la administración y que les resuelvan las dificultades que padecen”. Conclusión: más importante la gerencia que el discurso. Pero, ¿es esto verdad en términos electorales?

Persuadir es una cuestión de amor. Amar implica la plena identificación con el otro, verse en esa persona, admirar a esa persona. Pero este absolutismo del amor tiene su truco. El amor, como diría Lacan, es engañoso porque envuelve la promesa de “dar algo que uno no tiene”. Decir a alguien “te amaré por siempre” es ofrecer un estado incierto. Esta promesa, sin embargo, reconforta y genera confianza. Sin ella sería imposible mantener una relación. Los grandes líderes de la historia, como Jesucristo o Ciro prometieron ser “amantes de su pueblo”. Su trascendencia fue el eco, entre otras cosas, de la embriaguez del amor.

Decir que los hechos hablan mejor que las palabras es falso en política. Nada habla mejor de las palabras que las palabras. Y no es porque los ciudadanía sea incapaz de ver lo que le conviene. Lo que sucede es que para girar un cheque en blanco, que al final del día es la concesión que la ciudadanía le da a sus gobernantes, uno quiere pensar que importa. Claro, entre tantos habitantes, uno nunca importa, pero el éxito del buen gobernante es transmitir la idea de que sí, de que al final del día el proyecto de ciudad se realiza por amor a uno.

Sin duda Rafael Pardo es uno de los candidatos más capacitados para enfrentar la Alcaldía de Bogotá. Su gran experiencia en el sector público lo convierten en uno de los mejores aspirantes a este cargo. Sin embargo, ¿será su capacidad suficiente para convencer al electorado o al final del día va a tener que enamorarlo?

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