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El capitalismo rosa y la Alcaldía de Bogotá

Catalina Uribe Rincón

01 de septiembre de 2023 - 09:05 p. m.

El debate de los candidatos a la Alcaldía de Bogotá el pasado miércoles tuvo momentos interesantes. Uno de ellos fue la mayor sensatez en la discusión sobre la población LGBTIQ+. Es reconfortante ver que por fin la pregunta obsoleta y discriminatoria del estilo: “¿Cuál es su posición frente a los derechos homosexuales?” mutó a una que de hecho va en línea con la dignidad humana: “¿Cuáles serán las acciones que desde su gobierno se van a adelantar para asegurar vidas y ciudadanías plenas para que las personas trans mejoren su calidad de vida en la ciudad y se reduzcan los niveles de violencia?”.

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Ahora bien, aunque los periodistas estudiaron, las respuestas de los candidatos muestran que todavía los servidores públicos están crudos en las discusiones sobre diversidad. No persuaden con sus sonsonetes amañados, lejanos y estándares para ganar votos. Como lo manifestó en una réplica el candidato Juan Daniel Oviedo, todavía sus contrincantes no distinguen entre identidad de género y orientación sexual. Tiene razón. ¿Pero cómo es posible? Basta con una búsqueda en Google. Claramente el asunto les importa poco.

Lo más grave fue la intervención de Diego Molano sobre este tema. Recordemos que Molano ya recibió críticas relacionadas con asuntos de género cuando dijo que él tomaba las “decisiones importantes de la casa” mientras que su esposa, “las de las vacaciones”, sugiriendo con su comentario que la administración del hogar es tremenda tontería. En esta ocasión, Molano no lanzó discursos de odio, pero evadió sin vergüenza la seguridad de las personas transgénero, atacando a Petro y reforzando su crítica sobre la seguridad y las bandas criminales.

De ahí la respuesta severa de Oviedo, quien hizo un llamado a no “instrumentalizar alrededor de las bandas criminales la discriminación que históricamente hemos vivido los miembros de la comunidad LGBTIQ+ en Bogotá”. Como añade Oviedo, el conflicto tiene mucho que ver con discriminaciones directas a poblaciones diversas, pero hay una discriminación más de fondo. Como él mismo lo recordó: 27 de cada 100 personas no votarían por Oviedo por tener una orientación sexual diversa.

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El asunto es serio y merece atención. No vale el “progresismo de club” cuando lo mal visto es ya lo discriminatorio. Dejar la cosa en saludos a la bandera es el peor capitalismo arcoíris, que mercantiliza a conveniencia las luchas (y las vidas) de la población LGBTIQ+. Apropiarse ligeramente de sufrimientos históricos para ganar un par de votos es realmente innecesario, además de una política insustancial. Sí, lo que estoy denunciando no es el oportunismo ni la hipocresía de los candidatos. Lo que quiero resaltar es la mediocridad que saber tan poco de este tema evidencia de los candidatos.

La discusión “arcoíris” ha suscitado algunos de los debates más interesantes de nuestros tiempos —i. e., ¿qué somos?, ¿qué es el deseo?, ¿cómo funciona el amor?, ¿cuál es la relación entre alma y cuerpo?—. Esto, sin mencionar la transversalidad en discusiones que los anudan con la raza y clase. Pero, sin irse a la vanguardia de la teoría, en Netflix hay múltiples series y películas (comedias y de domingo) que son más diestras en estos temas que nuestros candidatos. ¿En serio no pueden hacer un mejor esfuerzo? Ni siquiera por el bien mundial, sino por su propio interés. Una comunicación política efectiva comienza con que la ciudadanía se convenza de que los políticos de hecho aprenden y entienden sobre los discursos y las situaciones particulares de las comunidades a las que van a liderar.

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