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El “framing” y la convivencia en los colegios

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Catalina Uribe Rincón
27 de julio de 2016 - 07:56 p. m.
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Varios críticos han examinado el rol de los medios en la hasta ahora exitosa campaña de Donald Trump.

Una de las posiciones más interesantes resalta el lío del framing, o de la forma como se enmarca la noticia. Los medios, en su pretensión de objetividad, han puesto en el mismo nivel las metidas de pata de Trump con las de Hillary pese a que tal equiparación carezca de sentido.

Claramente los errores de Hillary no se comparan, ni de cerca, con el machismo, incompetencia y racismo exacerbado de Trump, o con las acusaciones por violación y acoso sexual en su contra. Sin embargo, al presentar los pros y contras de los candidatos los medios terminan por equiparar lo que no lo es. Es siempre riesgoso presentar las cosas en el mismo nivel y al mismo tiempo.

Pero no sólo fallan en “objetividad” medios norteamericanos. En días pasados los medios colombianos centraron el debate sobre las reglas de convivencia en los colegios en la opinión de una diputada quien afirmó que se adelanta “una colonización homosexual”. Hay opiniones como esta que no son simplemente una opinión. Su afirmación sencillamente carece de sentido: ni va con el fallo de la Corte ni podría deducirse bajo la interpretación más absurda.

Pero el framing termina construyendo realidad. Si se reproduce en los medios que la voz en contra de esta política pública sugiere que se quiere “volver homosexuales a todos los alumnos”, se está poniendo en el mismo nivel la defensa de las minorías con una mentira. Por supuesto, toda ley es objetable en muchos puntos. Pero muchos puntos no es cualquiera y, más aún, no es objetable en un punto que no existe. Ahí está la línea.

Para informar sobre un tema hay que explicitar los puntos de vista que sean pertinentes. La pertinencia es lo que enmarca, no la oposición. Hay que ser muy cuidadoso al plantear un debate en términos que no existen pues se termina por crear una ficción que adquiere realidad y se multiplica como un mito. No se trata de censurar voces, sino de presentar una discusión por lo que es, y de establecer con criterio lo que es relevante contar.

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