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El porno de venganza y las mujeres

Catalina Uribe Rincón
10 de agosto de 2019 - 07:00 a. m.
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Hace unos meses el estado de Nueva York se unió a otros países del mundo en volver delito el porno de venganza y la “sextorsión”. La publicación de imágenes íntimas con el objetivo de humillar o extorsionar era hasta hace poco una práctica hostil sin consecuencias reales para el perpetrador. Ahora los infractores se enfrentan a penas más serias y los jueces cuentan con la potestad inmediata de obligar a las páginas web a eliminar por completo las fotos o videos publicados sin el consentimiento de todos los participantes.

Sin embargo, como lo cuenta Rebekah Wells, fundadora de “Mujeres en contra del porno de venganza”, este crimen es de los más difíciles de reparar. Wells sufrió de ataques de pánico después de que un exnovio publicara fotos suyas estando desnuda. Su humillación no es un caso aislado. PinkMeth.com, una página ya desmontada por el FBI, publicaba las fotos íntimas y las vinculaba a las redes sociales de las víctimas, todas mujeres. En la sección de comentarios se podía ver su sufrimiento cuando rogaban para que bajaran sus fotos. “Por favor, estoy sufriendo intimidaciones de todo tipo”, se leía en una de las entradas.

En Colombia la situación tiene poca salida legal. La Superintendencia de Industria y Comercio puede ordenar la supresión del contenido, pero las denuncias tienen que sobrevivir el paso por la Fiscalía. Una víctima colombiana de “sextorsión” me contó que cuando decidió denunciar a su extorsionador, su caso terminó en la Sijín. Después de algunas deliberaciones, los oficiales consideraron que la mejor forma de probar la extorsión era posar encubierta y grabar al victimario, aunque le aconsejaron que mejor no lo hiciera porque, si su plan no resultaba, la futura venganza del acosador podría ser mucho peor.

Pero más vergonzoso que nuestros vacíos legales es que el porno de venganza solo perjudique a la mujer. Sí, hay algunos hombres que han sido víctimas de estos abusos, pero la proporción y el daño son ciertamente menores. Y son menores porque todavía se sigue creyendo que una mujer que tiene sexo está en una situación humillante y reprochable, mientras que en un hombre se trata de un acto valiente y viril. Si un hombre aparece desnudo, quizá reciba algunas burlas. A una mujer, en cambio, “el chistecito” se le puede convertir en una pesadilla.

¿Qué le pasaría a una mujer que decidiera salir desnuda en una pauta publicitaria como lo hizo un candidato al Concejo de Medellín? La campaña es pésima, pero no es difícil notar que a los hombres se les permite que hagan con sus cuerpos muchas cosas que a las mujeres no.

Colombia ha progresado en muchas cosas, pero hay algo que parece eludirnos: permitirles a las mujeres que disfruten de sus cuerpos y que sientan tranquilamente placer. Sí, necesitamos que las leyes protejan la voluntad de las mujeres; nuestro cuerpo y nuestra intimidad es nuestra propiedad. Pero también necesitamos que la desnudez y sexualidad femeninas dejen de ser un posible elemento de extorsión. ¿Cómo es posible que lo mismo que para ellos es orgullo para nosotras es vergüenza?

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