La semana pasada la Corte Suprema ordenó la captura de la representante Aida Merlano. A la congresista se le acusa de haber creado un sofisticado sistema de compra de votos. Recién salió la noticia, el Tino Asprilla escribió en su cuenta de Twitter: “Si le van a dar casa por cárcel, les ofrezco la mía”. El mensaje estaba acompañado de la foto de la parlamentaria y de un emoticón de una carita sonriente y sonrojada.
El trino causó sensación. Aunque unos seguidores se concentraron en la discusión legal y comentaron lo absurdo que sería que la congresista no recibiera una pena mucho más severa, la mayoría quedó fascinada con el comentario “jocoso”, con el “chistecito” de tintes simplonamente sexuales del Tino. Y cuando digo la mayoría, incluyo a periodistas de reconocida trayectoria, así como tradicionales medios de comunicación. Dentro de los casi mil comentarios se leían cosas del estilo de “Le van a clavar una pena muy dura”, “Tino la clava en cruz para que se la lleve el diablo”, “Dele mucho juete [sic]”.
Pero entre comentario y comentario pocos captaron que, más allá de la culpabilidad de Merlano, seguimos enfrascados en la agresión sexista que acecha a la mujer. ¿Se trata de maldad? En el caso de muchos se trata quizá de pereza mental. Es difícil salirse de los prejuicios. En cambio, es fácil buscar alguna sandez como excusa. El comentario, recibido con gracia hasta por las élites de opinión, muestra la tranquilidad y falta de reflexión con la que nuestro país acepta que se maltrate a la mujer. Pero el hecho de que la opinión provincial de nuestra mayoría se mueva de prejuicio en prejuicio no quiere decir que su daño esté justificado, ni que sea poco.
Justo esta semana hubo una discusión sobre el controvertido personaje indio Apu de Los Simpsons. Los escritores, en un intento bastante mediocre, excusaron sus salidas xenófobas diciendo que el humor que valía antes simplemente no vale ahora. Warner Bros., al contrario, fue al punto. Antes de sus viejos episodios, ahora podemos leer: “Las caricaturas que está a punto de ver son producto de su tiempo. Pueden representar algunos de los prejuicios étnicos y raciales que eran comunes en la sociedad americana. Estas representaciones estaban mal antes, y siguen estando mal hoy (…)”.
Los comentarios del Tino y sus seguidores estaban mal antes y están mal hoy.