Andrew Schulz, o el ‘Podcast Bro’, como lo llaman algunos, es un humorista estadounidense que se autodefine como “el periodista político más destacado de su tiempo”. Su estilo se caracteriza por evitar en sus programas y entrevistas lo “políticamente correcto”. Utiliza palabras para referirse a grupos étnicos o personas con discapacidad que para muchos son ofensivas. De ahí que sus críticos lo definan como el comediante anti-woke. Para quienes tenemos aversión a la confrontación violenta es un poco doloroso ver cómo se enfrenta a sus contrincantes. Se siente a la defensiva, a veces incluso se asemeja en su tono a la vocera de Trump, Karoline Leavitt.
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En una entrevista, el periodista David Marchese confrontó a Schulz sobre su estilo y su forma de entrevistar a políticos como Trump. Le dijo que si de verdad había hecho la tarea de hacerle al político “las preguntas difíciles”. Schulz reaccionó un poco molesto preguntando por cuál es el verdadero rol del periodismo. Para él un periodista debe preguntar lo que realmente le causa curiosidad, algo que no sepa, y no tratar de preguntar para complacer de cierta manera a las audiencias. “¿Qué es menos conocido? No creo que haya nadie en el planeta que no sepa que Donald Trump dijo: “Puedes agarrarlas por la vagina””.
Schulz insiste en que el periodismo de hoy busca solo un mero “te atrapé”. Es decir, confrontar y exponer más que aprender algo. Así como Marchese quería probar un punto sobre la forma de entrevistar de Schulz, para este último lo mismo ocurre en general con el periodismo. El punto es probar un punto y no descubrir algo. Para poner otro ejemplo, Schulz habla sobre el político de izquierda Bernie Sanders: “¿debería haberle preguntado sobre sus jets privados? ¿Debería haberle preguntado sobre tener tres casas?”. Y añade que esto seguro tranquilizaría a las audiencias dándoles lo que esperan oír, pero no les aportaría nada nuevo.
Lo anterior me hizo volver sobre la pregunta de fondo sobre el objetivo del periodismo. ¿Se trata de descubrir, interpretar, denunciar? ¿Qué significa eso que repetimos como loros de ser contra-poder? Por años, hemos mantenido varias de las premisas sobre qué significa hacer buen periodismo, y los manuales, si bien se actualizan, continúan con puntos esenciales: veracidad, independencia y responsabilidad hacia el público. Lo que vemos es que cada vez esto último se interpreta de manera diferente. Para unos lo verdadero se asocia con imparcialidad; para otros, con activismo; para otros, con las dos o con ninguna.
Hoy muchos comediantes e influencers se autodefinen como periodistas. Y los periodistas de formación intentan volverse influencers para “tener más impacto”. Esto inevitablemente ha cambiado el tono y la manera de aproximarse a los hechos, testigos y entrevistados, en búsqueda de la muy codiciada “autenticidad”. El humorista anti-woke dice que pregunta con intereses particulares y no siguiendo los preceptos periodísticos de la imparcialidad ni de “probar un punto” para quedar bien con las audiencias. Esa definición de autenticidad, como rechazo frontal a lo políticamente correcto, como permiso para la crueldad y la confrontación, no es neutra. Normaliza que el periodismo sea apenas un performance de valentía contra un enemigo imaginario, en lugar de una práctica de rigor y curiosidad genuina. Tal vez el reto ahora no sea escoger entre el anti-woke y el “te atrapé”, sino recordar que la autenticidad no consiste en despojarse de toda ética, pero también que el mismo formato agresivo-inquisitivo es el que está alejando a las audiencias que se trata de servir.
