Carlos Mira, director de la emisora La Mega en Medellín, renunció la semana pasada después de publicar un video en redes sociales en donde se burlaba de la forma de caminar de Ana María Zapata, una joven de 22 años que sufre de una discapacidad llamada síndrome de Marfan.
El video, en el que Mira llama a Zapata “rodilli junta, pati apartada”, causó indignación nacional y el locutor se vio obligado a pedir disculpas públicas y, finalmente, a renunciar.
Lo curioso del caso es que la indignación y las disculpas sólo se dieron cuando Zapata habló públicamente de su discapacidad, pues no es la primera vez que este tipo de burlas suceden en esa emisora. Algunas personas denunciaron en redes sociales que Mira se había burlado previamente del aspecto físico de otras mujeres pero la cosa no había pasado a mayores. De hecho, Mira salió tres días después del incidente a decir que el punto no había sido burlarse de un defecto en específico sino de una característica en general. Si eso estuviera prohibido, agregó, “nadie podría burlarse de James por gago”.
Pero quizás el punto sea justamente ese: no podemos burlarnos de los gagos. A James, ciertamente, no le puede importar menos el chiste, pero no por eso el humor es bueno o está justificado. El chiste sobre el físico corre el riesgo de la ofensa y, aunque no la haya, es siempre simplón e inadecuado. Algunos periodistas políticos se han burlado de Vargas Lleras por los dedos que le faltan, o del presidente Santos por sus párpados, o de Angelino por su quijada. Tales apuntes ni tienen norte, ni son el recurso jovial que denuncia lo grave.
La ligazón del humor, eso que lo hace tan fascinante, es que es inteligente, que tiene “chispa”. Nos disgusta, y con razón, cuando se dirige hacia quien ha llevado más la carga que los demás. Tener una discapacidad y además aguantarse la burla es inaceptable. También está mal cuando no hay discapacidad pero ofende. Mira no le puede decir “Willy” a una señora en vestido de baño. Pero, y este es mi punto, también está mal cuando ni siquiera ofende. A Vargas Lleras seguro no le importa que se burlen de su mano, pero, ¿qué estamos haciendo? Eso no es humor, es bobería.