Cuando apareció en mi Instagram la entrevista “en exclusiva” a Zulma Guzmán Castro, la mujer acusada de envenenar con talio a dos niñas, pensé que era falsa. El formato del video, el tono del entrevistador, la estética amarillista del medio y mi desconocimiento sobre Focus Noticias me hicieron sospechar que se trataba de un contenido generado con inteligencia artificial. Algo parecido me pasó el año pasado con un video atribuido a Iván Márquez, ex jefe de las disidencias de las FARC, que muchos creyeron un deepfake por la baja calidad de la imagen y el contexto de desinformación; pero terminó siendo real. Solo al detenerme y mirar con atención comprendí que, también en este caso, la entrevista sí existía.
Para confirmar recurrí a medios tradicionales. Tras verificar que al menos cinco de ellos citaban a Focus Noticias como fuente confiable, asumí la veracidad. Ese recorrido dice mucho del momento mediático que vivimos. Durante años, el flujo de la información era más o menos predecible: los grandes medios hacían la reportería y los portales más pequeños replicaban o comentaban. Hoy, el movimiento también es inverso. Medios digitales de nicho, con menos filtros editoriales y estilos más crudos, logran la primicia. Los medios tradicionales llegan después a verificar el hecho, y confirman la “noticia” al par de días.
Focus Noticias es un buen ejemplo. Este medio no se limita a cubrir noticias judiciales: transmite audiencias en vivo, comenta procesos penales en curso e incluso ofrece servicios de consultorio jurídico. En la sección de audiencias, los titulares incluyen la muerte de la jueza Viviana Polanía y su bebé sobreviviente de dos meses, el caso de corrupción de Nicolás Petro y las audiencias contra Bonilla y Velasco. El caso de Zulma se repite en varios de estos titulares, de la acusación hasta el rescate en el Támesis, como si fuese el ancla narrativa de una novela.
Y eso es lo interesante. Focus Noticias no observa la justicia desde la distancia: se mueve dentro de ella como el narrador omnipresente cuya trama se justifica para revelar el destino manifiesto de los personajes. Su énfasis judicial, combinado con una narrativa sensacionalista, produce un tipo de cobertura donde los casos se presentan como historias cerradas, con culpables y víctimas claramente delineados, incluso cuando los procesos judiciales están lejísimos de concluir. En ese tránsito, la presunción de inocencia suele reducirse a un formalismo, un “presunto” apenas visible, o desaparecer por completo.
La entrevista a Zulma Guzmán ilustra ese desplazamiento. Guzmán no habló ante un juez ni en una audiencia pública, sino ante un medio. Eligió un escenario mediático para dar su versión mientras enfrentaba una orden de captura. Ese gesto es comprensible en un contexto de alta exposición y estigmatización. Pero el problema no es solo que ella hable, sino cómo se organiza el espacio donde habla. El medio no se limita a registrar su testimonio: lo convierte en eje narrativo, lo presenta como “exclusiva” e inserta la historia en una lógica de justicia en tiempo real, ante una audiencia que ya llega con condena o absolución en mente.
El riesgo actual no reside únicamente en la falsedad ni en la inteligencia artificial. La entrevista es real. La mujer es real. El crimen también es real. El riesgo es otro: que la conexión entre la entrevista, la mujer y el crimen no pase por ningún filtro institucional. Cuando los medios ocupan el lugar del juez, la presunción de inocencia se convierte en un tecnicismo vacío y la justicia se transforma en espectáculo. Estas nuevas formas de comunicación, que podrían haber corregido los vicios de los medios tradicionales, se han convertido, en la práctica, en la madre de los realities. Y esa forma de justicia rápida y emocional, ya lo sabemos, es peligrosísima y brutal.