Hace más de una década di la conferencia de cierre del Congreso de Marketing Político organizado en la Universidad Federal de Paraná. Mi charla se centró en el panorama de la comunicación política en Latinoamérica, poniendo especial énfasis en el caso de Juan Manuel Santos. Recuerdo que, tras las preguntas de la audiencia, el debate se centró en la cuestión del engaño en la política. Una persona planteó si era ético postularse con ciertos ideales y luego traicionar a los electores en aras de un bien mayor. Esta pregunta se refería específicamente al caso de Santos, quien en ese momento abogaba por el proceso de paz. Para contextualizar, es importante recordar que muchos seguidores uribistas que votaron por Santos se sintieron traicionados al ver este cambio de enfoque, contrario a la política de “mano firme” y la lucha contra las Farc.
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Desde ese momento sigo muy interesada en la pregunta sobre la idea del engaño en la política. Una pregunta que lleva años y por lo cual a Maquiavelo se le ha reducido a la trillada frase de “el fin justifica los medios”. El tema me resuena constantemente con Gustavo Petro, sus comunicados públicos y sus “verdades”. La más reciente tuvo que ver con la reforma pensional. La reforma se aprobó en el Senado con los acuerdos que usualmente se hacen entre partidos, incluido el Liberal. Más tarde, Petro propuso modificar el umbral acordado de 2,3 salarios mínimos o más a 4 para los que se quieran pasar a un fondo privado. Por supuesto, varias figuras públicas estallaron en redes y lo enmarcaron como un engaño sin vergüenza.
Pero ¿es el estilo del engaño de Petro uno como el que se le acusaba a Santos? Lo digo, pues es difícil saber por momentos si en realidad cree lo que afirma, o si miente con conciencia y descaro. Varios bogotanos nos sentimos desconcertados con el trino que publicó después de declarar un día cívico en su cumpleaños con el supuesto propósito de ahorrar agua: “De 27 %, que era el nivel crítico donde comenzaban racionamientos de energía eléctrica, hemos pasado este fin de semana a 29,5 gracias al ahorro en el día cívico y las lluvias…”. Para quienes vivimos las intensas lluvias del fin de semana en cuestión, su afirmación sonó sobre todo a un delirio por defender ese tan conveniente día de no trabajo.
Entonces, ¿qué es eso que nos desconcierta? La pregunta me remitió al libro On Bullshit de Harry G. Frankfurt. La traducción más cercana del título a nuestro español colombiano podría ser “Sobre hablar mierda”. Este concepto, que se conecta con el de farsante, es muy diferente al de engañar o mentir. Para Frankfurt, quienes engañan o mienten buscan ocultar un aspecto de la verdad, pero viven cerca de ella. Los que hablan mierda, en cambio, tergiversan la información ante las audiencias y buscan transmitir una imagen de sí mismos sin importar si lo que se diga sea cierto o plausible. En ese sentido, para el autor, los “habla mierdas” cambian silenciosamente las reglas que rigen una conversación para que las nociones de verdad y falsedad se vuelvan irrelevantes. De ahí, el vértigo que generan y la ventaja que sacan en su desorientación de las audiencias. El ejemplo más claro es que al engaño de Santos se le puede nombrar, mientras que ante Petro ya no hay nada que decir.