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Hombres lobo

Catalina Uribe Rincón

05 de febrero de 2021 - 10:00 p. m.

La leyenda del hombre lobo tiene distintas interpretaciones. Una de las más difundidas asocia a esta bestia con los asesinos en serie de mujeres. No en vano el folklore de muchos países está lleno de historias de hombres lobo que, arrastrados por el magnetismo de la luna llena, asesinan mujeres brutalmente. Famosos cuentos de hadas como Caperucita roja han sido reinterpretados desde la leyenda del hombre lobo, aunque en realidad no haya mucho que reinterpretar: la historia es la de un lobo que quiere comerse a una niña. El lobo se ha convertido en la metáfora del asesino violento que ataca mujeres sin piedad. En su novela La leyenda de Thyl Ulenspiegel y Lamme Goedzak, el escritor Charles de Coster narra la historia de un pueblo aterrorizado por un supuesto lobo que asesina mujeres dejando la marca de sus colmillos. Al final se descubre que en realidad se trataba de un asesino que usaba dos cuchillas de metal para simular las marcas de los dientes del animal.

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Hace unas semanas vi la película The Wolf of Snow Hollow, de Jim Cummings. La película narra la historia de John Marshall, un sheriff que comienza a derrumbarse por el estrés de investigar una serie de brutales feminicidios en su pequeño pueblo de esquí. Los cuerpos de las mujeres, que aparecen uno tras otro hechos trizas, parecen apuntar a algo sobrenatural: un hombre lobo atacando y devorando a sus víctimas. Pese a las habladurías del pueblo y a la convicción de sus colegas, el sheriff Marshall rechaza una y otra vez la idea de que algo sobrenatural se esconda en la nieve. Aun así, buena parte de la película transcurre con el sheriff tratando de superar el incompetente trabajo policial de sus colegas. El problema es la falta de acuerdo sobre lo que estaban buscando. “No pueden ser hombres, deben ser lobos”, dice la mayoría. Marshall, adentrándose ya en la locura, llega al punto de gritar que no hay nada de sobrenatural ahí, que es un hombre, un hombre común y corriente, que, como muchos otros, simplemente decide asesinar.

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Pero la idea de que los abusadores y feminicidas son seres anómalos o fantásticos permanece. El ruso Mikhail Popkov, quien confesó haber asesinado a 83 mujeres, era conocido como el Hombre Lobo. El estadounidense Jack Owen Spillman III, asesino de una mujer y su hija, potencializó su apelativo: el Hombre Lobo Carnicero. En Colombia también está arraigada la idea de que los feminicidas no son hombres sino monstruos. En el libro Los monstruos en Colombia sí existen. Asesinos en serie, Esteban Cruz recoge y ahonda en las investigaciones judiciales y periodísticas sobre el Monstruo de los Andes, el Sádico de El Charquito, el Monstruo de los Cañaduzales, Luis Alfredo Garavito y el Doctor Mata. El texto también menciona a otros monstruos notables: el Hombre Fiera, el Monstruo de los Mangones, Johnny el Leproso, el Monstruo de Tenerife y Javier Velasco, el violador y asesino de Rosa Elvira Cely.

Pero los violadores y feminicidas no son monstruos, no presentan anomalías o desviaciones notables respecto a su especie, son meros hombres que, como insistía el sheriff Marshall, se levantan un día y deciden matar. Y lo hacen no porque sean anormales, sino por todo lo contrario: porque la normalidad en la que vivimos los avala, los excusa y los perdona.

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