Inmigrantes y esclavos por voluntad

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Catalina Uribe Rincón
09 de marzo de 2017 - 02:00 a. m.
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Ben Carson, el nuevo secretario de Vivienda de EE. UU., se sumó a la lista de funcionarios de Trump que hacen declaraciones absurdas e insensatas. En el discurso inaugural de su cartera, igualó la situación de los inmigrantes con la de los esclavos. Afirmó que los esclavos que iban a “América” eran inmigrantes que tenían sueños de prosperidad para sus hijos y nietos. Las críticas, con toda razón, aparecieron de inmediato. Académicos y líderes de opinión afroamericanos le recordaron a Carson que los esclavos fueron raptados contra su voluntad y traídos en barcos de carga en las peores condiciones posibles. Tras las innumerables críticas, Carson emitió un comunicado en donde aclaró que, contrario a los esclavos, los inmigrantes tomaron la decisión de ir a EE. UU.

Ahora bien, aunque está fuera de toda proporción comparar esclavos con inmigrantes, no se puede olvidar que en muchos casos la migración no es del todo voluntaria. Es falso y peligroso pensar que los migrantes son personas que se levantan un día y simplemente deciden buscar otro destino. De hecho, la gran mayoría de los migrantes —o refugiados, para ser precisos— se mueven a otros países porque quedarse conlleva a la muerte. Los migrantes huyen de la guerra, de la pobreza, de la violencia y ahora, probablemente, hasta del envenenamiento por hambre. En días pasados 28 venezolanos murieron por consumir yuca amarga, un tubérculo de bajo precio que contiene altos niveles de toxicidad. La falta de alimentos ha hecho que muchos coman lo que hay a la mano sin preocuparse por ningún tipo de control sanitario.

Cada vez que en Colombia discutimos el estado de los migrantes caemos en el mismo discurso inhumano de Ben Carson y nos convencemos de que el asunto es voluntario y hasta caprichoso. Cuando el escritor Héctor Abad propuso hace unos meses recibir refugiados sirios, varios le refutaron que primero debemos ayudar a los nuestros. Pero si uno piensa que solo puede dar cuando está bien entonces nunca daría. Tenemos que ser más abiertos en nuestras fronteras porque es lo correcto y porque además nos conviene. Solo forzándonos a recibir a los otros podremos ver el mundo con más colores y no sólo con el blanco y negro de nuestras cada vez más pequeñas, godas y tacañas mentes.

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