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La arrogancia de Peñalosa

Catalina Uribe Rincón

25 de mayo de 2016 - 09:00 p. m.

Hace unos días, el alcalde Bogotá fue cuestionado por la veracidad de su título de maestría.

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Esta polémica sigue a la ya conocida discusión sobre el inexistente doctorado del burgomaestre. Algunos se preguntarán: ¿Cuál es la obsesión con los títulos de Peñalosa? La primera respuesta, después de la más obvia que es el engaño, recae en él y su equipo de trabajo: desde los inicios de su campaña electoral todos ellos se encargaron de construir la imagen del alcalde como un tecnócrata. Y un tecnócrata es, entre otras cosas, aquel experto especializado para cierta tarea. Si parte de la evidencia que garantiza tal competencia se deslegitima, parte de su imagen como tecnócrata se desploma.

Pero esto no es lo único. El descontento ciudadano tiene que ver también con su ya destacada arrogancia. El alcalde no sólo ha propuesto medidas polémicas como la venta de ETB, los permisos de pico y placa y la urbanización de la reserva forestal van der Hammen, sino además, a la hora de defender sus decisiones, ha tenido casi siempre un tono despectivo. Un tono que trata con desdén y superioridad a la crítica, un tono que sugiere que él entiende lo que los demás no ven.

La arrogancia, hay que decir, no es algo malo de suyo. Nuestros políticos están llenos de ella. Sin embargo, la opinión pública tiende a tolerar la arrogancia cuando ésta es compensada por capacidades extraordinarias. Los ciudadanos no dejan de elegir a un gobernante por ser arrogante y soberbio, siempre y cuando sea competente y bueno. La arrogancia no es dañina cuando quien es arrogante es tan capaz que se puede dar el lujo de no agradar.

Peñalosa no ha alcanzado ese punto. Desde que llegó al poder sus planes han tenido mucha resistencia, no ha habido consenso, y no parece ejecutar mucho. Ahora además, al parecer, no tiene la educación para legitimar su imagen de técnico. Claro, siempre está la muy legítima universidad de la vida. Pero ahí la pregunta principal sigue sin resolverse: ¿Es Peñalosa un buen administrador público? No sabemos. Habrá que esperar un rato.

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