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La basura del Bronx

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Catalina Uribe Rincón
08 de junio de 2016 - 08:13 p. m.
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A raíz del operativo del Bronx se han publicado unos artículos un tanto curiosos.

Estas piezas periodísticas se han enfocado en mostrar la “suciedad” del lugar y las posibles oportunidades de “limpieza” que nacen ahora. Me explico: un periódico nacional sacó, por ejemplo, el “antes” y el “después” de ciertos habitantes de la calle. Las fotos, que tenían la misma estructura de esas que salen en los comerciales de tele-ventas sobre cómo adelgazar o mejorar la piel, muestran primero al habitante de la calle con la mirada perdida, sin bañar y con barba. En seguida se puede ver una foto en donde la misma persona sale afeitada, peinada y sonriendo para la cámara.

Sin embargo, aún más extraño que mostrar el operativo de seguridad de esa manera, es que este tipo de imágenes nos produzcan satisfacción. Un amigo me comentaba que sintió un alivio inexplicable cuando vio los videos con los carros de limpieza arrasando con todos los escombros de las calles del Bronx. “Es casi un fetiche”, añadió. Pero él no es el único. El tema de la “suciedad”, la “basura”, y los “desperdicios” se ha vuelto la sensación mundial de los reality shows. Algunos, por ejemplo, se dedican a arreglar casas a punto de caerse; otros, limpian apartamentos de quienes se dedican a acumular objetos. Los televidentes se aguantan una hora de historias y entrevistas carentes de sentido sólo por ver los últimos cinco minutos en donde aquello que estaba sucio o dañado aparece completamente renovado y limpio.

Otro lado curioso del asunto es que estos realities se consideran por lo general televisión “basura”. “Basura” también es la metáfora para referirse negativamente a los medios de comunicación. Estos, al igual que los realities, son tradicionalmente acusados de presentarnos una realidad parcial o distorsionada. Las fotos del “antes” y el “después” de los habitantes del Bronx son claramente una realidad distorsionada. Sabemos que en muchos casos esta “limpieza” no durará, que es “basura”. Pero la felicidad que nos produce la reparación es tan sincera que por un irracional momento de gozo toleramos toda esa “basura”.

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