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En días pasados la congresista María Fernanda Cabal volvió a salir con una de sus ya cada vez más frecuentes declaraciones incoherentes. En entrevista con La W, Cabal afirmó que no justifica los llamados falsos positivos, pero que se trató de criminales al final del día. Lo curioso es que esta afirmación la hizo después de dar una definición de mamerto en donde parece estar describiéndose a sí misma: “El mamerto se contradice, es incoherente, lanza señalamientos y acusaciones”. Recordemos que Cabal mandó a García Márquez al infierno, negó la masacre de las bananeras y dijo que la ONU era un organismo de izquierda.
Más curioso aún es que con cada declaración Cabal genere una especie de atracción mórbida que hace que miles de ciudadanos vuelvan sobre sus afirmaciones pasando de la indignación a la incredulidad y, en algunas ocasiones, a la risa. Este “efecto Cabal” no es único. De hecho, la película The disaster artist, obra maestra, que se estrena hoy, trata sobre la vida de Tommy Wiseau, un actor y director de cine que filmó The Room, una de las peores películas de la historia. Su perversidad, sin embargo, terminó por atraer a millones de espectadores. ¿Es posible que alguien se comporte así? ¿Es posible que pueda haber una sucesión tan larga de escenas incoherentes? ¿Es posible que pueda haber momentos tan crueles?
Ejemplos como Cabal y Wiseau hay muchos. Algunos se acordarán de la Tigresa del Oriente, una cantante peruana, que después de su video de pésimo gusto “Nuevo amanecer” obtuvo más de diez millones de vistas en YouTube. Lo mismo ocurrió con el ecuatoriano Delfín hasta el fin. En todos estos casos lo que presenciamos es tan malo, tan irreal, tan sin falta de sentido común, que después de la indignación, la audiencia no puede sino reírse. ¿Pero qué es eso que atrae? ¿Una reversión de la normalidad que nos desconcierta? ¿El desarme de la razón? De cualquier forma, Cabal logró que su entrevista en La W fuera seguida por más de 2.000 personas en Facebook, más todos los que la escuchamos y seguimos hablando de ella.
El lío del asunto es que Cabal no es cantante, ni actriz, ni directora, sino una de nuestras congresistas.
