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Durante las pasadas elecciones estadounidenses circuló un chiste por redes sociales en el que Trump y Merkel discutían cómo iniciar una tercera guerra mundial.
“Comencemos con matar un millón de mexicanos y un perrito”, dice Trump. Sorprendido, un invitado pregunta: “¿Un perrito? ¿Por qué van a matar a un perrito?” Trump le da una palmada en la espalda a Merkel y le dice: “¿Qué te dije? ¡Nadie va a preguntar por el millón de mexicanos!”. La crueldad del chiste refleja un ala del actual concepto de “posverdad”; el mensaje se enfoca en algo que no es falso, pues el perrito morirá, pero oculta que el meollo del asunto está en los mexicanos.
Esta forma de manejar el discurso está también de moda en Colombia. Recientemente, la lucha contra la corrupción se ha tomado la discusión pública. No sólo han salido a la luz casos como el de Odebrecht, sino que el actual Gobierno ha enfocado sus intervenciones en este tema. Después de indirectamente atacar la administración Uribe y jactarse de la pureza de la suya, Santos, con mermelada olvidada, anunció que impulsará una ley para eliminar la casa por cárcel para los corruptos. Si bien el primer mandatario tiene razón en dirigir sus esfuerzos contra este terrible flagelo, su discurso, como el del perrito, desvía la atención del centro del problema: la corrupción no es esporádica ni individual.
Llevamos años distrayéndonos con distintos chivos expiatorios que, aunque culpables, hacen normalmente parte de una red casi-mafiosa de corrupción. Hemos visto ya decenas de veces cómo en el instante en el que cae un corrupto a la cárcel, su poder y patrimonio se transfieren desvergonzadamente a su clan. Lo que estamos enfrentando son grupos organizados con una estructura de alianzas y obediencias, donde casi siempre se sabe quién trabaja con quién. Mientras Santos clama la cárcel para los corruptos, olvidamos que su Gobierno no generó ninguna política sistemática para atacar el flagelo que ahora denuncia. En ocho años de gobierno, mientras nos distraíamos con los escándalos que se estallaban solos, ignoramos que ninguna de las grandes estructuras de corrupción política fue desmanteladas.
