El periodista Ernesto Cortés, editor jefe de El Tiempo, entrevistó esta semana a Miguel Uribe, secretario de Gobierno de la Alcaldía de Peñalosa.
El motivo de la entrevista fue el reprochable concepto del Distrito en donde se argumenta que Rosa Elvira Cely fue culpable de su violación y empalamiento. Más allá de la brutalidad del concepto, vale la pena resaltar ciertos detalles igual de barbáricos que salieron a flote en la entrevista.
Cortés comienza informando al televidente que “el concepto de la Secretaría fue interpretado por las mujeres como una ofensa contra esta mujer (Cely), que se convirtió en símbolo de las víctimas del abuso contra ellas”. Dejando de lado la torpeza retórica del entrevistador, cabe preguntar si acaso el concepto no le pareció ofensivo a él y a todos los demás hombres del set y del resto del país. Pese a la presión de el “en vivo”, no es claro cómo se le ocurrió semejante formulación.
Por su parte, el “doctor” Miguel Uribe, como lo llama el periodista, tan doctor como Peñalosa, reiteró que él nunca tuvo conocimiento del concepto. Añadió que a la Secretaría llegan muchos casos, y que éste “desafortunadamente estaba teniendo el mismo tratamiento que cualquier otro”. El noticiero puso la frase en el bánner de la imagen sin captar por qué era importante. Lo aterrador de la frase, para que quede claro, es que no sólo son los “casos de alto impacto” los que deben salvarse de la torpeza de la Secretaría y sus funcionarios.
El secretario Uribe concluye, como es ya disco rayado en nuestros políticos, que la responsabilidad, como sea que se le mire, no era suya; fue, se atreve a decir, de la administración pasada, pero no de él, quien es jefe del despacho que emitió el concepto (¡!). De cualquier forma, el problema no es sólo de Uribe y Cortés; la historia hubiera sido semejante de haber sido otro el periodista y otro el político, pues nuestros líderes, como cualquier burócrata, no quieren pasar a la historia, sino aferrarse a sus puestos. Y nuestros periodistas, aunque serios y valientes, siguen sin hacer el menor esfuerzo de cuidar lo que dicen.
