LA ESCRITORA SUSAN SONTAG SE REfirió en una entrevista a la famosa foto de la estatua de Saddam Hussein cayendo en el centro de Bagdad.
Según ella, el fotógrafo eligió un ángulo específico en donde se sugiere que una gran multitud está aplaudiendo la caída del líder. La verdad es que las 20 personas que aparecen allí eran las únicas que estaban en el lugar; la plaza estaba prácticamente vacía.
La semana pasada una fotografía de dos niños abrazados conmovió al mundo. Los medios y las redes sociales reprodujeron la imagen con el título: “Niña de dos años protegida por su hermano de cuatro años en Nepal”. La foto fue retuiteada más de 7.000 veces y se iniciaron campañas de donación. Sin embargo, la foto ni es de Nepal ni es reciente. Fue tomada en 2007 por el fotógrafo Na Son Nguyen en Vietnam.
La divulgación de imágenes “falsas” es recurrente. Después de la muerte de los soldados del Cauca, el senador Álvaro Uribe puso en su cuenta de Twitter una imagen de un soldado estadounidense llorando, pero sugería que el militar era colombiano. ¿Son equivalentes estos engaños? ¿De qué manera las nuevas tecnologías han cambiado la forma en la que las imágenes circulan? ¿En qué consiste la “autenticidad” de una imagen?
Estamos presenciando un mundo inundado de imágenes. Y, por lo mismo, nos preocupa la veracidad de lo que vemos. Hay quienes critican las fotos de Facebook porque no reflejan lo que la persona “realmente es”. Pero, ¿existe acaso una realidad de la imagen? La imagen de Saddam representó el festejo estadounidense, la de los niños de Vietnam produjo campañas de solidaridad y la de Uribe reprodujo la indignación nacional.
Desde que existe la fotografía estamos conscientes de que su “realidad” puede ser tan engañosa como su “falsedad”. Quizá lo único que nos queda es concentrarnos en debatir los mensajes de las imágenes en lugar de discutir su “autenticidad”. Al final del día, pedirles a las redes que sean veraces es como pedirles que dejen de existir.
