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Esta semana se discute en la Corte Constitucional la posibilidad de que las parejas homosexuales adopten niños.
Hace unos meses, la Corte sentó un precedente al permitir que una mujer adoptara los hijos biológicos de su pareja. En ese entonces la Corte puso como requisito que la pareja hubiese convivido durante un tiempo mínimo de dos años con el niño o niña. Ahora lo que se busca es ampliar el fallo y que se aclaren las expresiones de “cónyuge” y “compañero permanente” cuando se refiere a quienes pueden adoptar.
Como sucede siempre, varias “autoridades” en el tema envían sus conceptos para que la Corte los tenga en cuenta. Esta vez me llamó la atención lo que afirmó al respecto Luis Augusto Castro, presidente de la Conferencia Episcopal de la Iglesia católica. Monseñor sugirió a Blu Radio que la Iglesia no se opone a la adopción si el menor es hijo biológico de uno de los integrantes de la pareja. ¿Qué quiere decir en el fondo esta afirmación?
Miremos el contexto: Colombia todavía no tiene reglas claras sobre los vientres de alquiler. En este momento se debe aplicar la normativa que existe para partos naturales, en donde el notario registra al bebé con los apellidos de la mujer que alquiló su vientre y sólo un juicio de impugnación de paternidad o maternidad les da a quienes alquilaron el vientre la legitimidad como padres. Por el contrario, la donación de óvulos y la inseminación artificial están ya claras en el decreto 1546 de 1998.
Teniendo en cuenta esto, y que la existencia de padres solteros en el país es poco frecuente, lo que la Iglesia estaría sugiriendo es que dos mujeres lesbianas pueden adoptar pero dos padres gays no. Si esto no es así, ¿cuál es el sentido del argumento? Pero bueno, igual hay que reconocer que, aunque sexista, esta posición de la Iglesia es un avance. Al parecer, aunque lentamente, se están acomodando a los tiempos.
