La tibieza de los radicales

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Catalina Uribe Rincón
10 de enero de 2019 - 05:30 a. m.
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Hoy Nicolás Maduro asume un nuevo mandato como presidente de Venezuela. La consolidación de esta dictadura unió en su rechazo a los 13 países del Grupo de Lima. De hecho, el presidente de Argentina, Mauricio Macri, fue más allá al anunciar duras sanciones contra funcionarios del gobierno de Venezuela, prohibiendo ingresos, exigiendo visados, y fiscalizando a los bancos que les manejen su dinero. Sin embargo, contrario a muchos líderes de la región, México tomó otro camino. López Obrador dijo que no condenará a “un gobierno extranjero porque es violar el principio de no intervención”.

Es curioso que López Obrador recurra a tales argumentos para justificarse. Una de sus banderas fue precisamente atacar la corrupción de sus antecesores, incluido Peña Nieto, quien recibió “legalmente” una lujosa casa de sus contratistas. Pero como bien lo sugirió López Obrador, legalidad no es lo mismo que legitimidad y hay cosas que están mal así se cuelen por las leyes. ¿Por qué ahora olvida la distinción? ¿Por qué quien llega hablando de determinación y compromisos éticos decide callar ante una de las peores tiranías latinoamericanas?

México es un país poderoso e influyente. Es la segunda economía más grande de Latinoamérica, además de ser un gran centro de producción intelectual, artística y cultural. Es un país fuerte y vibrante que ha decidido sin más darle la espalda a un pueblo hermano cuyo gobierno ha perdido toda legitimidad. Venezuela no es un país donde rijan las leyes, ni donde el gobierno respete la vida y la libertad de sus ciudadanos. Venezuela no es una democracia con fallas. Venezuela es hoy una cruel dictadura. ¿En qué está pensando López Obrador?

Bolsonaro decidió no invitar a Maduro a su posesión porque no apoya “regímenes que violan la libertad de sus pueblos”. Trump ha condenado al régimen de Maduro con una sucesión de sanciones. ¿Cómo es posible que parezcan tener más criterio moral quienes se han hecho famosos por carecer de todo norte y toda simpatía? Lo último que nos falta ahora es que, por afinidades políticas, la izquierda le entregue la bandera de la libertad a la derecha, y nos obligue a agradecerle por hacer lo correcto. Ser tibio no es únicamente de centro.

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