El ‘concubinato’ se entendió, en su origen, como la unión entre un hombre y una mujer que carecían del aval jurídico para casarse.
Estas uniones, consideradas más serias que una mera unión sexual, se hicieron famosas en la época del emperador Augusto, quien prohibió el matrimonio con cierta “clase” de mujeres. Paradójicamente, por el escozor que el concubinato le producía al cristianismo, éste reguló la figura de un tajo catalogándola de matrimonio.
La figura del concubinato ha evolucionado en lo que hoy conocemos como uniones maritales de hecho. Es decir, ha evolucionado a uniones de facto donde no hay matrimonio, o bien por la imposibilidad jurídica de llevar a cabo la unión, o bien por voluntad de los implicados. Este último caso ha ido volviendo ambigua la figura, pues han apelado a ella quienes defienden una postura más libre e independiente de sus relaciones.
La “normalización” de las uniones ha resultado en que la unión de hecho haya perdido su estatus de “unión de segunda categoría” y haya comenzado a ser vista por muchos como un alternativa que incluso supera al matrimonio. Sin embargo, aunque está bien utilizar las posibilidades que el Estado ofrece, este nuevo estatus ha tenido como efecto colateral la caricaturización de la solicitud de las parejas del mismo sexo para casarse. Muchos, como el procurador o el magistrado Jorge Pretel, se escudan con la idea de que “si son lo mismo, ¿por qué se complican tanto?”.
Pero justamente el problema es que no son lo mismo. Por eso la tendencia mundial es a ampliar el matrimonio y abolir la unión de hecho. No tiene sentido ofrecer un contrato menor, menos vinculante y con tan oscura historia, si se puede ofrecer el que se tiene, que protege y que brinda beneficios migratorios, fiscales y sociales.
Sin desconocer el gran paso que en su momento dio la Constitución del 91, es hora de que replanteemos esta figura “salvavidas”. Como la fundación Colombia Diversa ha venido insistiendo desde hace 10 años: que uno decida no subirse al barco es una cosa, pero que no lo dejen subirse es otra muy distinta.