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La victimización colombiana

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Catalina Uribe Rincón
12 de mayo de 2016 - 02:00 a. m.
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Hace unos días circuló un comercial argentino que se ríe de los famosos ataques de Trump a la inmigración latinoamericana.

La publicidad, producida con motivo de la Copa América Centenario, alterna imágenes de los jugadores de la selección argentina de fútbol anotando goles, con la voz de Trump diciendo “es necesario construir un muro para no dejarlos entrar”. El video concluye irónicamente: “la verdad, lo mejor que pueden hacer es no dejarnos entrar”.

El ego argentino es un estereotipo conocido. No sabemos si esconde un complejo de inferioridad o si en serio se trata de un delirio de grandeza. Lo que sí sabemos es que les ha permitido responder, como lo aconseja el sofista Gorgias, con risa a la seriedad. Podrán parecer engreídos, pero es de lejos la mejor respuesta a los improperios de Trump. Han mostrado, con acciones y no con palabras, que algo de su fama sí se merecen. Que por lo menos, en publicidad, son los mejores.

La respuesta de México ha sido burocrática, lenta y torpe aunque el ataque se haya dirigido especialmente contra ellos. Por otro lado, Panamá, en reacción a sus “Papers”, respondió con un “Panamá es pasión”. Las dos naciones están ofendidas y preocupadas por cómo son vistas desde afuera. Y si bien es cierto que a las naciones, como a las personas, les debe importar cómo son percibidas, también es cierto que una nación no puede entrar en crisis de identidad por cómo es vista desde EE. UU. Cuando eso sucede el problema no es de “El imperio”, sino muy propio.

Aunque Colombia está feliz de construir Las Torres Trump, es solo cuestión de tiempo para que algún comentario sobre narcotráfico nos implique directamente. Al fin y al cabo ya volvimos a ser el principal productor de coca en el mundo. Pero cuando el comentario nos toque, porque nos va a tocar, ojalá no nos hagamos las víctimas y, en su lugar, imitemos a los argentinos. Quizás al posar de valientes, algo de valentía se nos pegue y tengamos algún día los calzones para legalizar las drogas. En últimas, nuestra cobardía tampoco es culpa del imperio.

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