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La violencia de los “influencers”

Catalina Uribe Rincón
27 de enero de 2024 - 02:00 a. m.

La primera vez que oí el nombre de Andrew Tate fue hace unos años a través de unos estudiantes de mi clase de retórica y persuasión. Les pedí que eligieran un artefacto persuasivo para analizar qué elementos lo hacían atractivo para sus audiencias. Un grupo de cuatro estudiantes varones eligió a Tate. El influencer británico-estadounidense es reconocido hoy como una de las figuras más violentas y divisivas del mundo de las redes. Autodenominado como misógino, lo cual se refleja en sus contenidos y acciones, Tate ha sido, con razón, vetado de participar en la mayoría de las redes sociales. Su odio se hizo público con un video en el que le pega a una mujer con un cinturón y con sus múltiples comentarios en los que avala violaciones.

Examinando la figura de Tate encontré páginas de márquetin que estudian sus técnicas para volverse “viral y exitoso”. De estas tácticas quiero referirme a dos. La primera, que es la más obvia, invita a crear un contenido que “suscite polémica o que sea controversial”. Este tipo de contenido incita a aquellos que lo condenan a compartirlo con el fin de expresar su repudio hacia él. A su vez, aquellos que respaldan este contenido lo comparten en busca de validación para expresar, a través de otros, opiniones violentas que son censuradas y repudiadas en el ámbito público.

Este consejo para influencers no es novedoso. En el mundo del márquetin político la división y polarización llevan años atrayendo a caudillos y populistas. De hecho, en la última propaganda trumpista, titulada “No se metan con nosotros”, se enfatiza precisamente la retórica de nosotros versus los otros. Mientras una voz en off habla de “los débiles, los globalistas, los elitistas y los corruptos”, aparecen imágenes de marchas LGBTI, de los demócratas, de la educación inclusiva o de personas no caucásicas. Una propaganda casi idéntica a la del grupo español NEOS: “¿Tú también #EresFacha?”, en donde se antagonizan, por un lado, los “virtuosos” blancos, católicos, promonarquía y, por el otro, los “malos” latinos, moros, negros y judíos.

La segunda táctica es potenciar la anterior retórica violenta y condensarla en videos cortos estilo TikTok. Sin duda, fallaría en las audiencias contemporáneas un discurso de odio de horas y horas. El quid del asunto está en tomar eso oscuro y fragmentarlo, hacerlo ligero, incluso chistoso. Esta fragmentación genera la ilusión de que el contenido del mensaje no es tan grave sino mero entretenimiento. Un ejemplo de esto circuló esta semana. Mientras los cerros en Bogotá se quemaban, la tendencia en redes sociales fueron unos videos de TikTok de estudiantes de los Andes y la Javeriana en donde frases de cajón desarticuladas pusieron a todos a hablar del tema. Las redes se inundaron de los prejuicios que a su vez alimentaban sin cesar el algoritmo: “elitistas”, “resentidos”, “desocupados”, “primíparos”, “feos”.

El mismo creador de contenido, que esta vez preguntó por qué una universidad superaba a la otra, en otras ocasiones ha preguntado cuánto cuesta la pinta que llevan puesta los estudiantes, qué carrera estudian las personas más feas, ha dado tours por el apartamento más “gomelo” y así. “Es sólo contenido, es sólo entretenimiento”, replican unos y en parte tienen razón. Lo que sucede es que la violencia es mañosa y nosotros los colombianos todavía no hemos terminado de censurar el clasismo y menos aún la cultura traqueta que también se entrevé en los videos. Piensen, por un segundo, si alguien hiciera este tipo de videos con preguntas racistas. El asunto sería más difícil de aligerar. Y con esto cierro: que ciertos formatos otorguen levedad y que haya violencias que no hayamos desnormalizado no implican que el odio deje de serlo.

 

Rafael(27300)28 de enero de 2024 - 01:10 p. m.
Fíjate tu para el lector atento, análitico, lo más relevante fué la palabra 'marquetin' (novedosa para mi) pero seguramente las palabrejas de los tiktokers pasan de largo en la chachara cuando no las burradas o las diatribas que publican. Asi vamos y a vecea digo para que preocuparnos por el calentamiento global? El deterioro mas grave no se genera en el medio ambiente.
Felipe(94028)27 de enero de 2024 - 10:32 p. m.
En este país de la violencia y el asesinato impune, del narcotráfico y la corrupción, los videos en tik-tok son un problema, pero menor. Podemos criticar a nefastos influencers, pero los que matan a líderes sociales, o los 1.000 homicidios solo en la ciudad de Cali, triplicando la cifra de toda Italia que tiene 60 millones de habitantes, no son influencias, son la realidad de este país traqueto y asesino en donde la vida no vale nada.
Maribel(27840)27 de enero de 2024 - 10:15 p. m.
Exactamente el odio es odio y no se oculta porque es tan corrompido como el orgullo.
Alberto(3788)27 de enero de 2024 - 09:26 p. m.
Muy buena. De acuerdo.
Juan(45350)27 de enero de 2024 - 08:46 p. m.
Catalina: Muy buena su columna
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