En los recuentos históricos sobre la fotografía hay algo que siempre me llama la atención: la creencia ciega que se tuvo hasta hace muy poco sobre la objetividad de la imagen. Esta creencia no es del todo infundada. Una de las características principales de una foto es su “inmediatez”. La imagen, en efecto, se establece inmediatamente al tiempo de la exposición a la luz, como sucede con la mirada. Por ello se le creía a la imagen todo lo que decía: se acusaba de delinquir, de cometer adulterio o de pecar sólo con la prueba de una foto. La confianza en la cámara se hizo más fuerte con la aparición de los videos. No se trataba ya de una única imagen, sino muchas en sucesión que permitían abarcar la “realidad” en su totalidad.
Pero como nada nunca es tan bueno, la confianza en la objetividad de las imágenes empezó a flaquear y todos los ojos se pusieron en el sujeto que captura la imagen. Empezamos a hablar de ángulos, marcos, perspectivas y con ello la imagen entró también en el saco de los testimonios escritos y hablados: para confiar en ellos se requiere de una credibilidad determinada por el contexto, disposición, ánimo, y prestigio de quien los presenta. Como escribiría Campoamor, “en este mundo traidor nada es verdad ni mentira, todo depende del color del cristal con que se mira”.
La semana pasada se publicaron videos y fotos de la protesta estudiantil. Recopilé varios con el fin no sólo de mirar cómo se estaba percibiendo la protesta, sino también para analizar lo que todavía muchos opinan sobre la imagen. Unos tomaban el ángulo del Esmad lanzando gases y escribían: “Violentar a los estudiantes”, “ataques a la protesta pacífica”, “policías infiltrados”. Otros publicaban fotos de personas tirando piedras o haciendo grafitis y escribían: “Delincuentes de la marcha”, “vandalismo”, “no es protesta pacífica”.
Maquiavelo escribió en El príncipe: “Las personas, en general, juzgan más con los ojos que con las manos, pues ver es de todos, mientras que tocar es de pocos. Todos ven lo que pareces, pocos tocan lo que eres y esos pocos no se atreverían a enfrentarse a la opinión de muchos”. Esto fue en 1500, mucho antes de la fotografía, el Photoshop y la edición.