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El discurso de la representante Lina Garrido, protagonista en la pasada instalación del Congreso, se volvió la noticia del evento. Después de decir que se arrepentía de votar por Petro y de echarle en cara que traicionó a los colombianos, se refirió a las faltas del presidente. Le recordó el escándalo de la UNGRD, pero enfocándolo a cómo los recursos dejaron de llegar a los niños en La Guajira: “Le voy a regalar un cuadro donde estén los niños de La Guajira esperando agua potable”. Se refirió también a Miguel Uribe y los asesinatos de colombianos así como al maltrato a Francia Márquez y a las mujeres, recordándole su racismo y sexismo.
Lo curioso fue la respuesta de Benedetti, el bro de Petro, acudiendo a las mismas patadas de ahogado de sus opositores. Acusó la intervención de Garrido de estar “sin preparación, sin argumentos, sin cifras”. Además de eso se refirió a la representante como una persona “vulgar, ordinaria y grosera”. El influencer Levy Rincón afirmó: ¡Sea seria, deje el show y dígale a su papá que devuelva lo que se robó!”. Otras figuras públicas por fuera del Pacto Histórico, con ese toque sexista, también le ayudaron a Garrido. El periodista Felipe Zuleta afirmó que “el tonito” le parecía “un poco irrespetuoso” y el caricaturista Matador la pintó como una perra rabiosa. Pero claro… ¿Cómo es posible que una mujer se atreva a hablar como un hombre?
Eso que llamaron vulgaridad, ordinariez, esa falta de “cifras” tecnócratas (le faltó añadir a Benedetti) a las que tanto les han hecho el quite desde el Pacto Histórico por enfocarse en el discurso de las causas, son las que calaron y contribuyeron a la fama de Garrido. A Petro le achacan la corrupción de su hijo o las bolsas de dinero cuando se discute algo que no tiene relación con eso. Lo atacan de ordinario, de borracho, de tener malas maneras, de venir de abajo. Muy similar al comentario despectivo de Andrea Petro, la hija del presidente: “Ah ya… ¿Ella es la del sombrero? Con razón… ya a todos se nos olvidó quién era”.
En Colombia la gente se vuelve viral por creerse más, por el “usted no sabe quién soy yo”, pero ahora también por el “no sabemos quién es usted”. Los dos igual de clasistas, racistas y despectivos nos despiertan algo muy visceral. “¿Quién es esa vieja?” fue seguramente la frase de varios de los que vieron su discurso. Y sí, no sabíamos quién era, pero ahora será de las pocas congresistas que podrán nombrar los colombianos de a pie en esas encuestas de estadística en las que es común que la mayoría no tenga idea de quién está en el Congreso.
A Garrido la hizo famosa lo mismo que sigue haciendo famoso a Petro: una ruptura en las formas tradicionales del statu quo y de la política. El rechazo hipócrita que provoca en quienes esperan que el político sea hombre, de buenas maneras, que hable con cifras. El sombrero ya no es aguadeño ni vueltiao: es llanero. Una región históricamente marginalizada del centro del poder. Pero a ella, además, le cobraron ser mujer. Le cobraron más. El desprecio de sus críticos, ese que destila el clasismo y misoginia, eso que denunció Petro para llegar al poder, es lo que hace que sepamos que Lina Garrido, la del sombrero llanero, es la congresista opositora a Petro que le cantó la tabla.
