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La semana pasada varios comerciantes de San Victorino protestaron por el aumento de negociantes chinos en los establecimientos de la zona.
Según lo reportado por la revista Semana, los comerciantes nacionales atacaron los locales chinos mientras gritaban “fuera, chinos, fuera de Colombia”. La inconformidad se debe, principalmente, a que los negociantes chinos compraron 39 locales en una zona estratégica del sector y están vendiendo sus productos a mejores precios. Adicionalmente, los nacionales alegan que los chinos están montando una competencia desleal al ingresar mercancía de contrabando.
Aunque el representante de los comerciantes de San Victorino afirmó que no tienen nada en contra del “ciudadano chino”, hay dos asuntos de la protesta que me llaman la atención. El primero, la idea de que “colombiano debe comprar colombiano”. El segundo, que algunos de los protestantes subrayaron que los asiáticos ni siquiera hablan español. “El único lenguaje que conocen es el del dinero”, añadió una de las entrevistadas para el reportaje. El dinero, por supuesto, simbolizando un alma pobre y una ambiciosa.
Así bien, la racionalidad de los comerciantes nacionales es la siguiente: el comerciante colombiano quiere vender productos “made in China”, muchas veces también de contrabando, pero evitar que los chinos lo hagan. Pues si lo hacen, como están mejor organizados, les dañan el negocio. Y como no ven otra salida para enfrentar la competencia que ahora los incomoda, movilizan todos los prejuicios hacia el hecho de que estos comerciantes son extranjeros y avaros.
¿Por qué no simplemente protestar contra el contrabando, su presunto crimen? Es duro tener rabo de paja. La ley cobija a quien la cumple, no a quien la invoca cuando le conviene. Es cierto, el Estado tiene que verificar que todos paguen impuestos. Pero eso es lo que se debería estar pidiendo y no que se vayan los chinos de Colombia. De los problemas más serios que tiene el país, aunque de éste poco se hable, es la endogamia. Somos los mismos, con los mismos, hablando de lo mismo. Es difícil encontrar otro país en Latinoamérica más cerrado.
