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Los políticos y sus imaginaciones

Catalina Uribe Rincón

26 de mayo de 2023 - 09:05 p. m.

En días recientes vivimos otro episodio más del baile descoordinado de algunas figuras públicas. La foto de Francia Márquez con una mujer policía que supuestamente le llevaba la maleta puso a discutir a periodistas, políticos y ciudadanos. Gustavo Bolívar, que en el pasado había criticado a Marta Lucía Ramírez por una situación semejante, entró a debatir, como si se tratara de un tecnicismo en un caso para resolver un crimen: “Ella baja sola de la camioneta, SIN BOLSOS y camina hacia el lugar donde la prensa tomará la foto oficial. Aparece luego la policía con un bolso. ¿Es de ella o es de Francia?”.

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Mientras discutíamos sobre las fuerzas armadas cargando maletas, empezó a circular un video de Vargas Lleras en el que supuestamente estaba instando al despido de trabajadores para boicotear la reforma laboral. Petro acusó a Vargas Lleras de “depredador laboral”, mientras Cambio Radical se preocupaba por presentar una versión no editada del video en la que el político está narrando lo que algunos empresarios le habían dicho. La ciudadanía tuitera no quedó contenta y a varios les pareció que el video editado y el “verdadero” apuntaban a lo mismo, a perpetuar el discurso sobre los despidos que habría si se aprueba la reforma laboral.

El término fake news (noticias falsas) se popularizó en el gobierno de Donald Trump con su intención de estigmatizar las críticas de la prensa. Pero, pese a las acusaciones de Trump, de las fake news siempre han sido más responsables los políticos que los periodistas. Es verdad, el periodismo debe revisar videos y audios. Sin embargo, para llegar al vaivén en el que nos encontramos de “tú dices, yo digo, tú corriges, yo niego y nadie al fin de cuentas sabe qué pasa” se ha requerido del esfuerzo sistemático del establecimiento político de saltarse el escrutinio de la prensa, de la oposición y del público. “Llegarle directamente a la gente”, no a la verdad o al consenso, es el lema del poder “democrático”.

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La tendencia no es nueva. Históricamente, los políticos han tratado de baipasear el control político. Así sucedió con las tácticas propagandísticas de los líderes populistas de los 50 y los dictadores de los 60 y 70. En sus afanes reeleccionistas, no solo Uribe sino también Kirchner, Morales y Correa crearon programas de radio y televisión, como Aló, presidente, o espacios como los consejos comunales. Su objetivo: tener el control del micrófono sin la intromisión fastidiosa de la prensa. Las redes sociales han hecho que los políticos hoy no tengan que hacer tantas maniobras. Twitter permite el amplio desarrollo de personalismos sin mayor desgaste. A Petro se le ocurre decir cualquier cosa y ya está, les llega a 6,5 millones de personas. Una comunicación unidireccional, gratuita y sin cuestionamientos.

Pero, como de eso tan bueno no dan tanto, al trabajar para saltarse el control de los medios los políticos lograron justamente eso: saltárselos. Lo único es que al otro lado no encontraron solamente el circo de aplausos, sino también los bots y las bodegas. Petro, por ejemplo, se ha creído muy audaz al distorsionar permanentemente la verdad y bailarse a los medios con una trinadera maniaca. Pero lo cierto es que la foto editada de la vicepresidenta Márquez no hubiese rotado con la misma velocidad si los medios no estuvieran ya agotados de ir detrás del presidente y sus ministros tratando de distinguir lo real de sus imaginaciones.

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