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Titulares como “Pastrana asegura que Gaviria ocultó los narcocassetes” o “Pastrana es falso y perverso: Gaviria” han inundado nuestra prensa en la última semana sacando a la luz pública, para algunos, y recordando, para otros, lo que fueron los dineros ilícitos que entraron (a sus espaldas) a la campaña del expresidente Samper.
Como nos gustan los insultos públicos y como, además, no tenemos memoria, la riña Pastrana-Gaviria se volvió el centro de atención. Pero, una vez más, quien inicia el escándalo es un político con afán de protagonismo.
Se nos repite una y otra vez que los medios son el cuarto poder y, por lo mismo, son quienes deben denunciar y ser el contrapeso. Un ciudadano bien informado podrá tomar decisiones más democráticas, dicen unos, según el interés que más le convenga, dicen otros. Pero, haciendo cuentas reales, ¿quiénes son los que viven destapando (y recordando) los guardados oscuros?
Es cada vez más común que facciones de un gobierno que compiten por poder filtren información para que se convierta en escándalo. Y los medios, en su intento de exacerbar los ánimos, les hacen eco. Ir destruyendo la reputación o legitimidad de un contendor es una movida política audaz y es audaz para la prensa tener titulares. Sin embargo, los medios deben ‘mediar’ entre el poder y la ciudadanía y no ser meramente el ‘medio’ de los políticos.
Y no sólo porque los escándalos deberían ser el producto de juiciosas investigaciones periodísticas como lo fue el destape de Agro-Ingreso por parte del equipo de Cambio. Sino porque cada vez es más claro que los trapos sucios ven la luz por las pugnas al interior del poder. Los medios colombianos tienen muy buena reputación pero ya va siendo hora de que el siguiente gran escándalo les pertenezca.
*Catalina Uribe
