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Menos obras y más promesas

Catalina Uribe Rincón

10 de febrero de 2016 - 03:40 p. m.

Hace un tiempo un colega me recordó de un famoso grafiti en la carrera séptima de Bogotá que decía: “Menos obras y más promesas”.

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El mensaje, escrito alrededor del año 1999, iba dirigido al alcalde de ese entonces, Enrique Peñalosa, a propósito de su “ola de ejecuciones y soluciones” implementada al inicio de su primera administración. El grafiti, al parecer, sigue con vigencia. El buen tecnócrata sigue sin ganarse al ciudadano de “a pie”.

Además de vararse en Transmilenio, reclamarle rudamente al conductor y manejar la situación sin el menor tacto, los medios nos mostraron cómo el alcalde reincidió ese mismo día en su torpeza. Mientras caminaba por las calles de la ciudad haciendo honor a un ya muy obsoleto día sin carro, una vendedora ambulante se le acercó para quejarse de su situación laboral. A lo único que le atinó el alcalde fue a decir: “si a uno lo insultan en la calle, la democracia está funcionando”.

Hace dos días el alcalde recapacitó y salió al público abrazando a doña Ana Isabel Hernández, la misma vendedora de tintos que lo increpó antes. Pero al igual que “Juampa” con doña Ana Mercedes, sus gestos se ven posados. Sus intenciones son buenas, pero el llamado don de gentes existe y no se improvisa. Hay tecnócratas que tienen don de gentes, hay muchos más que tienen don de gentes, pero poco más que eso; pero si el famoso “don” falta, conviene, como dicen, “no dar papaya”.

Cuatro años es un tiempo largo y se puede ganar con resultados. La gente no es tonta y no se equivoca en lo que le conviene. Pero cuando se ejecuta hay todas las veces detractores pues contra alguien se hace siempre injusticia. Los políticos carismáticos manejan el mal que infligen. Los tecnócratas fríos tienen que cuidarse. Si uno no sabe bailar en una fiesta, conversa. Pero nadie, por el bien propio y público, debe aprender a bailar frente a las cámaras.

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