La semana pasada causaron revuelo algunas de las propuestas del recién nombrado ministro de Trabajo, Lucho Garzón.
Como la atención se centró en las horas extras, pasó desapercibida la sugerencia de quitar el requisito de ser bachiller para entrar al Sena. Finalmente, ¿para qué necesita un técnico ir al colegio? Entre menos trámites haya para vincularse al mercado laboral, tanto mejor.
El sistema por competencias busca evaluar ciertas habilidades en cada etapa educativa con el fin de que el estudiante se especialice en su área de trabajo. Esta “ultraespecialización” ha despertado el debate sobre la unificación de currículos, pues muchos consideran que ciertas materias que se dictan en el colegio no son “provechosas” para la profesión. Para otros más osados, como el señor ministro, ni siquiera el bachillerato se justifica en ciertos oficios.
Hace un mes se volvió viral la columna de un profesor estadounidense que cuestionó a las universidades de las grandes ligas por volver a los estudiantes competitivos, pero cerrados en sus saberes. Es decir, por formar “idiotas útiles”. A este escrito respondió una profesora afirmando que el problema poco tenía que ver con la diferencia entre universidades de nivel alto y medio sino con la producción de “ciudadanos máquina”. El muy relegado “pensamiento crítico” resultó siendo el tradicional “criterio” que hoy está haciendo falta.
Sin duda, sólo la especialización es capaz de generar conocimiento. Producimos no sólo más sino mejores bienes y servicios cuando cada quien concentra su esfuerzo en una única labor. Pero no vivimos asilados, vivimos juntos. Y en ciertos lugares casi que espichados. Por lo que es tan necesario crear profesionales como ciudadanos. La cultura y la civilidad no son valores de segunda. Ni es de segunda la independencia de pensamiento y el aplomo del carácter que tiene que lograr la educación.