La presidencia de Donald Trump popularizó en EE. UU. y en el mundo el ataque a los medios de comunicación. Su táctica: acusar a las noticias que no le convenían de ser falsas. De ahí el uso y el abuso de las denuncias por fake news. La ironía se cuenta sola: fue el presidente estadounidense quien se caracterizó por amañar la realidad desde su misoginia y racismo, por distorsionar los hechos y por desbancar la verdad con una mera opinión. Sí, su clamor por lo falso resultó ser falso. Y no únicamente por presentar como cierto lo que no era, sino también por su verdad amañada y sesgada. El grupo de fact checking de The Washington Post encontró que Trump incurrió en al menos 30.573 afirmaciones falsas o engañosas durante su periodo como presidente.
Cuando pensamos en las afirmaciones engañosas lo primero que se nos viene a la mente son los contenidos fabricados. Pensemos en el titular que circuló la semana pasada sobre la supuesta demanda de Florinda Meza a Shakira por plagiar la “garrotera” de El Chavo del 8 en su coreografía de la canción Te felicito. La noticia, falsa como ella sola, fue desmentida por la actriz cuando ya había alcanzado un número significativo de reproducciones. Sin duda, este es el tipo de noticia falsa más fácil de reconocer. En otras palabras, la que afirma algo que nunca ha ocurrido, por lo general un contenido sensacionalista, que logra seguir desinformando incluso cuando ya hay rectificación.
Sin embargo, hay otras noticias y titulares que desinforman y para los que las audiencias no tienen el radar, pues no se plantea un hecho falso (la demanda de Florinda Meza a Shakira), sino que se usan elementos tramposos del lenguaje. En estos casos es más difícil identificar la falsedad ya que se camufla en el tipo de pregunta que se hace en el titular, en el uso hiperbólico de ciertas expresiones o en la falta de consistencia entre el tipo de información y la sección en la que se publica el artículo.
Pensemos en un título reciente: “Controversia por atuendo de minminas en reunión con ministra española”, o en la encuesta: “¿Está de acuerdo con el nombramiento en el Fondo Rotatorio de la coronel Sandra Mora de la Policía, quien estuvo con un pie afuera de la institución por ser lesbiana?”. Los dos titulares aparecieron en reconocidos medios del país. El primero distorsiona la verdad por inflación: presenta una discusión de Twitter como un evento noticioso. ¿Cómo lo hace? Primero, al darle eco a una discusión irrelevante de redes y, segundo, al ubicar la noticia en la sección de Colombia. El medio nos dice: “Es de importancia nacional discutir la vestimenta de las mujeres”. Sin embargo, la única relevancia de la noticia es alentar el algoritmo a través de la tradicional opresión al cuerpo femenino. El segundo titular hace lo mismo: pone como pregunta un prejuicio, agrede a la comunidad LGBTI y busca la tan anhelada “polémica” para enganchar a los activistas, trolls y desocupados.
Aunque estos titulares generan rechazo por el afianzamiento de prejuicios, no se discuten en términos de desinformación. Es raro que alguien salga a desmentir estas noticias y que el medio decida eliminar la nota. La razón: creen que el asunto es sesgado pero legítimo o que cae en el espectro amplio de “estar o no de acuerdo con algo”. Sin embargo, el contexto informativo en el que se inscriben estas noticias las hace engañosas. Digámoslo claro: un medio de comunicación comete una falta ética al decir que es noticioso algo que no lo es. Hacer de las discusiones en redes una noticia no es solo periodismo mediocre, es periodismo que desinforma.