Cuando todos los bogotanos creímos que la imagen de Petro se estaba cayendo solita, gracias a él mismo y a su gestión, el procurador decidió investigarlo de nuevo; esta vez por el POT.
Ya en el 2013 vivimos una experiencia parecida cuando Ordóñez destituyó e inhabilitó al alcalde por 15 años. Para ese momento la favorabilidad del candidato iba en caída y su castigo no hizo más que enaltecerlo no sólo ante sus seguidores sino incluso ante quienes nunca simpatizaron con él y consideraron que con esta sanción la democracia estaba en peligro.
Por supuesto, en esta nueva ocasión la respuesta de Petro no se hizo esperar. Inmediatamente convocó a una movilización a favor del POT y se declaró víctima del procurador, acusándolo de pretender inhabilitarlo para que no concurra en las elecciones en las que Ordóñez pensaría participar también. Independientemente de las posibles arbitrariedades por parte y parte, las consecuencias de esta investigación son peligrosas porque pueden contribuir una vez más al martirio del alcalde.
Algunos teóricos políticos nos han advertido ya que cuando una persona adquiere demasiado poder y tiene además un número significativo de seguidores, no se le debe perseguir tan radicalmente pues se arriesga la seguridad del Estado. Buscar la caída de Petro en este momento podría tener como consecuencia que se vuelva mucho más poderoso a pesar de los grandes problemas de gestión que ha tenido su administración.
Así como hay gente dispuesta a seguir ciegamente a Uribe, hay gente dispuesta a seguir a Petro. Si dejamos al alcalde seguir hablando, como lo ha venido haciendo hasta ahora, el tiempo y la opinión pública decidirán su caída o su permanencia en el poder. En cambio, si se le persigue, la gente que lo estima lo va a estimar más. Uribe, incluso siendo senador (o por serlo), es menos poderoso que antes precisamente porque siguió hablando, siguió actuando, se siguió equivocando. En algunos casos por el bien de todos toca contradecir el precepto de “hacer justicia así perezca el mundo”, porque la verdad es que la amenaza es cierta y sí puede perecer.