Recién empezó la pandemia rondaron chistes sobre cómo seríamos de viejos quienes vivimos los encierros y las medidas de prevención contra el virus. Las historias nos pintaban desinfectando el mercado en la puerta de la casa, limpiándonos la suela de los zapatos y lavándonos frenéticamente las manos mientras niños y jóvenes justificaban nuestros extraños comportamientos: “Son viejitas de pandemia”. No sabemos en qué viejitos nos convertiremos ni qué secuelas nos quedarán, lo que sí sabemos es que los traumas se procesan de manera diferente y de ellos resultan comportamientos que se amañan irreflexivamente.
En el 2018, el brasilero...
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