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Protestas en blanco

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Catalina Uribe Rincón
18 de febrero de 2023 - 02:05 a. m.
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A finales del año pasado, las hojas en blanco se volvieron el símbolo de protesta contra las estrictas medidas del régimen chino para contener el COVID-19. Las hojas en blanco y el silencio fueron una estrategia de la población para evadir la censura. Como lo expresó el periodista Jody Rosen, una hoja en blanco es a la vez un símbolo y una táctica: es una protesta pasivo-agresiva contra la censura, una actuación sarcástica y desafiante. Su poder reside, añade Rosen, en una comprensión compartida tanto por el público como por las autoridades de lo que no está escrito, de lo que no se dice. El mensaje que circuló durante las protestas lo resume: “Sabes lo que quiero decir”.

Sin embargo, por aguda y estéticamente efectiva que haya sido esta táctica, el “sabes lo que quiero decir” no es lo mismo que decirlo. Como lo explicó Mengyin Lin, una escritora china residente en EE. UU., la censura y la propaganda del Partido Comunista les han ido quitando a las personas la capacidad de expresarse. El lenguaje es un arte que se practica en colectivo. Cuando el lenguaje que nos rodea se simplifica, también el nuestro lo hace. Desde las protestas y la masacre de la plaza de Tiananmén, el partido ha controlado todos los canales públicos de expresión; se dice lo que quiere el partido y de la manera en la que el partido quiere que se diga.

Ante la censura y los carteles blancos como única reacción posible, Lin se pregunta: “Si el idioma da forma a nuestra forma de pensar y la mayoría de la gente piensa solo en su propio idioma, ¿cómo pueden los jóvenes de China conjurar un movimiento de resistencia efectivo y duradero con palabras que no tienen?”. La reflexión de Lin la suscitó una conversación telefónica con su mamá. Tras tres años de estar separadas por las políticas de prevención, Lin se quejó del Gobierno. Su madre, disgustada, le respondió con cadencia de rezo: “Las decisiones del Gobierno siempre son correctas porque sabe lo que es mejor para la gente”.

Lin solo quería un “yo también te extraño”, pero si bien la censura determina lo que no se puede decir, la propaganda filtra los patrones de lo que sí se puede decir. La respuesta de su mamá era perfectamente esperable y predecible. No había nada que hacer. Un poco como cuando nos tocó el “la paz sí, pero no así”. Un sonsonete amañado a prueba de todo argumento y de toda razón. A prueba también de toda empatía, complejidad, diferencia, sutileza, historia y humanidad. Fue vacía esa Colombia y horrible el adoctrinamiento lingüístico que develó.

Hemos dado varios tumbos desde entonces, pero nada que crecemos. Sí, a diferencia de China nuestros carteles están llenos de mensajes. Sin embargo, los mensajes ni sorprenden ni provocan. El miércoles pasado vimos de nuevo a la derecha con predecibles mensajes xenofóbicos y “provida”. Una manifestación triste, pero esperable. Menos esperable y quizá por eso más triste fue atestiguar el martes una protesta que bien podría resumirse en las palabras de la madre de Lin: “Las decisiones del Gobierno siempre son correctas”. ¿Qué más se iba a decir? No se conocía casi la propuesta de reforma a la salud.

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