María Fernanda Cabal siempre ha tenido clara su estrategia de comunicación. Ha tenido claro, además, cómo provocar a la opinión pública para sacar rédito de sus efectos: todos indignados le hacemos eco en distintos formatos. Su estrategia no es nueva. Donald Trump la elevó a proporciones globales, pero ya teníamos nosotros varios patrones autóctonos, por decirlo así. Recordemos, por ejemplo, a Roberto Gerlein con sus reducidos entendimientos de la sexualidad humana que mezcló con superstición cuando aseguró que era “mala suerte” ser gay. Y cómo olvidar los “francos” insultos de Rodolfo Hernández que le han valido entrevistas y...
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