Rodolfo Hernández y la vieja cucha

La práctica de las “pegas” se hizo popular a finales de los 80 y principios de los 90 entre niños de colegio. Como no había celulares, ni tampoco habían llegado a Colombia los identificadores de llamadas, una forma de diversión era llamar a números aleatorios a jugarle una broma al desprevenido interlocutor. En ese entonces se hizo famoso el número telefónico de la “vieja cucha”. La pega consistía en llamar a ese número, preguntar por la vieja cucha y esperar a ver con qué insulto, frase célebre o amenaza salía la señora. Lo entretenido del asunto era el factor sorpresa que dejaba a los menores desconcertados: “¿Qué te dijo a ti?”, era el tema de conversación del día siguiente.

La mediatización de las entrevistas del candidato Rodolfo Hernández me recordó a la “vieja cucha”. Presentadores, animadores y, sobre todo, humoristas están fascinados con la forma impredecible y desparpajada con la que Hernández responde a sus preguntas. “Ese es un pícaro”, “se roban todo”, “solo le importan los ricos”, son el estilo de respuestas del santandereano. Esperar “a ver con qué sale” se ha vuelto parte del entretenimiento y una de las razones por las que el candidato ha cogido más y más fuerza en los medios. Si hay algo que no podemos negar es que Hernández está siendo muy buen candidato.

¿Qué lo hace bueno? Eso mismo que se refleja en sus respuestas: le pega repetitivamente a un argumento moral mínimo, a una “justicia de jardín”, como la llaman. Quien introdujo este término fue el teórico Michael Walzer. Un día en un noticiero en Praga vio unas pancartas de protesta que decían “verdad” y “justicia”. Aunque no sabía de qué se trataba el lío, sabía que se trataba de demandas elementales: Estado de derecho básico, aplicación igualitaria e imparcial de la ley, abolición de las prerrogativas de las élites. Walzer compartió la indignación. Todos sabemos la ira que produce que nos mientan y nos roben. Y, bueno, Hernández lo sabe aprovechar muy bien. De hecho, varios de sus pronunciamientos parecen sacados de protestas: “Hay que quitarles la chequera a los que roban”, “si populismo es pensar en los pobres, pues entonces soy populista”.

Hernández ha logrado a través de su discurso aprovechar el mal momento de un presidente soso, como lo ha sido Duque, para canalizar la indignación de la ciudadanía. Lo ha hecho con gran destreza. Por ejemplo, tras meses viendo que el actual presidente va por el mundo y de piñata en el avión presidencial, Hernández enfatiza la reducción del gasto del transporte de los funcionarios. Las finanzas del país no se sanan reduciendo viajes, pero su tiempo es perfecto y su mensaje va directo a la llaga: “¡Que dejen de pasear!”.

Aunque muy buen candidato, no es tan claro qué tan buen presidente sería Hernández. Una cosa es saber enviar un mensaje simple y con chispa a una audiencia que está dispuesta a recibirlo y otra cosa es gobernar un país. Sus seguidores se autoconvencen de su experiencia, pero Hernández fue alcalde de Bucaramanga, una ciudad cuya población es menor a la de la localidad bogotana de Ciudad Bolívar. ¿Cuál es su norte? ¿Quién está en su equipo? No basta con tener a un par de congresistas que “aceiten” obras. Igual, si el centro sigue deliberando con sus muchos candidatos y sin relato ni mensaje unificado, es probable que Hernández, como la “vieja cucha”, cautive a muchos más de los que creemos y que lo haga sorpresivamente rápido.