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La semana pasada dos sucesos se hicieron virales en redes sociales.
El primero fue el discurso de la actriz Ellen Page durante un congreso sobre derechos LGTBI en Las Vegas, en el cual se declaró abiertamente gay; el otro fue la defensa por parte del periodista Dale Hansen del deportista Michael Sam, quien seguramente será el primer jugador de la NFL en declararse homosexual.
Cada uno mencionó algunos asuntos importantes en su intervención. Page asumió su salida del clóset como una “obligación personal y una responsabilidad social”. Asimismo reiteró que lo hizo porque estaba cansada de esconderse y, sobre todo, de mentir por omisión. Hansen, de una manera burlesca, ridiculizó a aquellos que consideran “incómodo” tener a un compañero gay en los vestidores. “Hace un tiempo muchos creían que era incómodo compartir vestidor con un jugador negro”, añadió.
La reciente encuesta de Univisión a los católicos arroja datos interesantes. En Colombia, la mayoría está de acuerdo con los preservativos, el divorcio, el matrimonio de sacerdotes y el aborto en algunos casos. Datos imposibles de pensar hace algunos años y que reflejan los intereses de quienes son interrogados. Muy seguramente ya varios han tenido que lidiar con enfermedades de transmisión sexual, otros concluyeron que un matrimonio disfuncional produce más daño que una pareja divorciada y algunos entenderán que un cura célibe no puede ser un buen consejero de familia.
Sin embargo, todavía el 71% de los católicos no apoya la libertad de matrimonio. Probablemente porque lo ven como algo que no los afecta. Todavía muy pocos salen del clóset. Es diferente no apoyar el matrimonio gay en abstracto a afirmar: “mi actriz preferida no se pueden casar”. Sin duda, es muy distinto decir que los “homosexuales” no pueden tener los mismos derechos a que mi hermana no los puede tener. La realidad modera la reflexión, y se juzga distinto cuando se mira a los ojos.
