Salvar a la Policía de sí misma

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Catalina Uribe Rincón
23 de febrero de 2017 - 02:00 a. m.
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Desde el nuevo Código de Policía los medios han reportado distintas sanciones polémicas. Leí, por ejemplo, que en Bogotá algunos dueños de los perros “potencialmente peligrosos” recibieron comparendos pedagógicos por no llevar consigo el nuevo seguro de responsabilidad civil. El problema, como alegaron los afectados, es que las aseguradoras todavía no ofrecen dicha póliza pues las autoridades no han fijado las condiciones para su creación. Casos como este no ocurren sólo en la capital. En Jericó, Antioquia, por dar otro ejemplo, se sancionó a la banda de marcha del municipio por hacer ruido en el espacio público. El director alegó, con razón, que era muy difícil encontrar un lugar para ensayar con 40 instrumentos musicales. Otro limbo con difícil resolución.

A raíz de casos como estos, algunos han argumentado que el problema está en el Código de Policía y sus absurdas sanciones. Muchos creen que esto nos llevará a una burocracia sin sentido que además fomentará la corrupción de los agentes. No se equivocan. Sin embargo, el problema es aún más profundo y tiene que ver más con la racionalidad práctica de las autoridades. Llevamos años acostumbrados a que algunos policías (no todos) estén ahí para buscar la caída de los ciudadanos por cometer sanciones menores a costa de ignorar los crímenes reales o incluso de entorpecer la misma convivencia. Vemos cómo policías de tránsito obstaculizan el tráfico, y toda una calle, sólo para ver a qué conductor le descubren un certificado de gases vencido o la falta de un extintor.

Muchos de nuestros agentes se acostumbraron a parar al ciudadano de a pie para ver “qué le encuentran” en lugar de protegerlo. Vemos que mientras las ciudades se caen en crimen y tráfico, se sanciona a quien no porta consigo la cédula. Esta falta de sentido común y criterio tiene consecuencias adicionales a la negligencia: genera un ambiente hostil entre la ciudadanía y las autoridades. La Policía funciona gracias a un acuerdo tácito con los nacionales. Si se rompe la confianza, se rompe la cooperación. Los ciudadanos tienen que sentir que los agentes están ahí para ellos y no contra ellos. Eso no quiere decir que las faltas menores no deban ser corregidas, sino que se deben sancionar sólo como agravantes de faltas mayores.

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